La partida de nacimiento marca nuestra edad. Quien nació un 12 de enero de 1950 tiene hoy 75 años. Es algo tan obvio como indiscutible. Y ya se sabe que la edad es el principal predictor o factor de riesgo para el desarrollo de una infinidad de enfermedades asociadas al envejecimiento, que es más fácil sufrir estas dolencias a los 75 años que a los 35. Sin embargo, la edad biológica de nuestro organismo es la que realmente actúa como predictora última del desarrollo de enfermedades. Eso es así porque una persona puede tener 75 años, pero ser poseedora de una genética extraordinaria y haber llevado un estilo de vida saludable a lo largo de su vida, y que su edad biológica sean 10 años menos; y también puede ocurrir lo contrario, que una persona de 60 años, debido a su genética y a su forma de vida, tenga una edad biológica de 80, lo que multiplicaría su riesgo de sufrir enfermedades.Un estudio publicado recientemente en The Lancet Digital Health tras más de 20 años de seguimiento a más de 6.000 adultos británicos ha concluido que un análisis de sangre rápido y sencillo tiene el potencial de identificar si uno o varios órganos de nuestro cuerpo está envejeciendo más rápido de lo esperado. Es decir, determinar si alguno de los órganos tiene una edad biológica superior a la cronológica y, con ello, predecir el riesgo de desarrollar hasta 45 enfermedades asociadas con la edad, entre ellas, por ejemplo, las cardiovasculares, el cáncer o la demencia.Más información“Este estudio es el primero en demostrar que el envejecimiento de los órganos, indicado por firmas distintivas de proteínas plasmáticas, está asociado con el riesgo de enfermedades relacionadas con la edad décadas antes de su aparición. Además, el envejecimiento específico de los órganos está vinculado al desarrollo de la multimorbilidad”, explica Mika Kivimaki, profesor de la Facultad de Ciencias del Cerebro de la University College de Londres y autor principal de la investigación.Según los resultados del estudio, por ejemplo, un corazón que envejecía más rápidamente de lo que debería por su edad cronológica era un predictor significativo de un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, mientras que las personas con un envejecimiento pulmonar acelerado presentaban mayor predisposición a infecciones respiratorias, a enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y a cáncer de pulmón. Sin embargo, lo más destacado del estudio es su capacidad para mostrar la interrelación que existe entre todos los órganos, de forma que el envejecimiento acelerado de varios de ellos incrementa notablemente la multimorbilidad; y el envejecimiento de uno puede afectar de forma importante a otros e incrementar el riesgo de enfermedades asociadas a estos últimos.“Los órganos del cuerpo humano funcionan como un sistema integrado, donde el envejecimiento acelerado de un órgano suele afectar a los demás”, sostiene Kivimaki. Sorprende en ese sentido el caso de los riñones. Según los datos del estudio, el envejecimiento renal se relacionó con una amplia gama de enfermedades que no solo afectaban a los riñones, sino también al hígado, al páncreas, a los pulmones o al sistema cardiovascular. En el sentido inverso, los riñones demostraron una elevada sensibilidad al daño de casi cualquier órgano principal, de forma que un envejecimiento más rápido de cualquier órgano incrementaba el riesgo de enfermedades renales.Según el estudio, no obstante, el envejecimiento del sistema inmunológico es el que mayor impacto tiene sobre otros órganos. De hecho, por ejemplo, el mayor riesgo de demencia no se encontró en la investigación en aquellos participantes cuyo sistema cerebral envejeció más rápido, sino en aquellos con un sistema inmunitario más deteriorado. Hay estudios que ya han demostrado que las personas más propensas a infecciones graves también tienen un mayor riesgo de demencia en etapas posteriores de la vida. Para Consuelo Borrás —catedrática en Fisiología e investigadora principal del Grupo de Investigación en Envejecimiento Saludable del instituto valenciano de investigación sanitaria INCLIVA—, otra explicación se hallaría en el hecho de que el envejecimiento del sistema inmunológico se relaciona con inflamación crónica, “un factor clave en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas”.Los resultados del estudio en lo relativo al impacto del sistema inmunitario sobre el envejecimiento general del organismo, según Manuel Collado —investigador líder del grupo de Senescencia celular, cáncer y envejecimiento del Instituto de Investigación Sanitaria (IDIS) de Santiago de Compostela—, también refuerzan las conclusiones obtenidas por la científica española María Mittelbrunn, cuyas investigaciones han demostrado que el envejecimiento del sistema inmunitario conlleva un envejecimiento sistémico de todo el organismo.“La implicación del envejecimiento del sistema inmunitario en el desarrollo de múltiples enfermedades asociadas a la edad parece que cada vez cobra más fuerza. Al final, el sistema inmunitario actúa sobre la vigilancia y el mantenimiento correcto de muchísimas funciones de órganos y de tejidos”, sostiene Collado, que considera que la relación también puede darse a la inversa. Es decir, que un sistema inmunitario rejuvenecido quizás pueda tener un efecto positivo en otros órganos y proteger a los mismos de enfermedades.Cambiar la medicina preventivaSegún Mika Kivimaki, en los próximos años análisis de sangre como el utilizado en el estudio podrían desempeñar un “papel crucial” en la prevención de numerosas enfermedades y en el camino hacia una medicina más personalizada. “Es posible que, en el futuro de la atención médica, la prevención de enfermedades relacionadas con la edad comience mucho antes, priorizando a quienes más se beneficiarían y adaptando las intervenciones a los perfiles de riesgo individuales”, asegura el autor de la investigación.Su opinión la comparte Manuel Collado, que ve la generalización de estos análisis “con bastante apariencia de algo factible y no muy lejano”. Para él, estos análisis, además, podrían tener otras utilidades para el campo de la investigación, ya que permitirían conocer con facilidad si determinadas intervenciones tienen un beneficio terapéutico sobre los pacientes. “Yo, por ejemplo, no puedo desarrollar un tratamiento eficaz frente al envejecimiento neuronal si no tengo una medida no invasiva (o mínimamente invasiva) que me permita ver si en los pacientes a los que estoy sometiendo a este tratamiento se distinguen los marcadores proteicos asociados al envejecimiento neuronal”, sostiene.Más comedida se muestra Consuelo Borrás. Aunque reconoce que los resultados son “prometedores” y que las políticas de salud “podrían enfocarse en la promoción de chequeos regulares y personalizados, basados en estos análisis, para prevenir el desarrollo de enfermedades crónicas y mejorar la calidad de vida”, considera que el precio de estas pruebas y la tecnología avanzada que precisan para medir miles de proteínas en el plasma “puede limitar su accesibilidad y uso generalizado en la práctica clínica”.

Shares: