El dibujante Altan, junto con un muñeco de su personaje Pimpa.Claudio MoschinUn hombre garabatea, con su hija sentada en el regazo. Sucede cada día, en cualquier hogar. Ella suelta lo que se le ocurre, el lápiz del progenitor ejecuta: un barco, un oso, el sol. Hasta que la pequeña Kika se acuerda de lo que más querría: “¡Un perro!”. Y Francesco-Tullio Altan (Treviso, 82 años) esboza un can blanco, con orejas largas y muchos lunares rojos. La bautizan con el apodo de una amiga: Pimpa. Ventajas de tener un papá artista: no iba a darle una mascota a una niña de dos años, pero sí podía fácilmente donársela en papel. Aunque, sin saberlo, aquella tarde de 1975 se la regaló a millones de pequeños. A los adultos tampoco los dejó solos: ese mismo año inventó a Cipputi, un obrero metalmecánico que se volvería símbolo de lucha sindical, amargura y conciencia de clase. Así que se cumple medio siglo desde que Altan, como se le conoce, diseñara a dos iconos de Italia en pocos meses. “A él últimamente le veo algo peor que a ella”, bromea al teléfono. Las cinco décadas pasadas traen ahora nuevos libros, exposiciones, eventos o el premio de Honor de la Comic-Con de Nápoles, desde hoy jueves hasta el domingo 4 de mayo. Se celebra así una figura peculiarísima: mago bondadoso para la infancia, pero azote implacable de la política.Hoy Pimpa suma más de 1.200 historias —en español, las hay publicadas en Gallonero o Franco Cosimi, entre otros sellos— y ocupa en Italia un lugar por encima de los superventas: se ha vuelto mito, referencia cultural, protagonista de varias series e imagen de tazas, bolsos, muñecos o memes en internet. “Era un juego, no debía ser para una revista”, asegura Altan. Pero, pocos meses después del debut casero, se estrenaba en los quioscos: el 13 de julio de 1975 Il Corriere dei Piccoli acogía La Pimpa y la Luna. El dibujo se iría perfeccionando, pero muchas claves ya estaban ahí: aparecía Armando, el señor narizudo, severo, pero amable que la cuida; y la perrita hablaba con el satélite para ofrecerle un vaso de leche. Igual que luego conversaría con árboles, sillones o dinosaurios, prestaría una almohada a un campanario o viajaría al espacio y al Polo Sur. Colores, imaginación, alegría, curiosidad, sencillez y aventuras se mezclaban en un puñado de páginas. Y un ilustrador volcado en la sátira mordaz descubría, por azar, un camino en las antípodas. Aunque, muy entre líneas, a Pimpa podía vérsele también el tinte político: la familia feliz de un padre soltero y su perrita / niña.Detalle de la portada de ‘Las aventuras de Pimpa’, de Altan, editado en español por Gallo Nero.“Mi cabeza concebía obras para adultos. Empecé a hacer dibujos infantiles cuando nació mi hija, antes nunca lo había pensado. Creo que tengo aún presente al niño que está en cada uno de nosotros”, afirma Altan. Pimpa odia espinacas y menestras y adora los helados. Ayuda a una mariposa a recuperar sus alas, descubre que los ciempiés en realidad solo tienen nueve pantuflas o invita a unos albaricoques a su piscina. Y en 2007 conoció a Olivia Paperina, una patita bebé dedicada a la recién nacida nieta del creador. “Se muestra un mundo tranquilo, bueno, pero no demasiado tierno o pasteloso”, define. Así se explica que un hombre de 82 años conecte tanto con lectores minúsculos. Y con quienes lo fueron. El autor que provoca risas agridulces con las chapuzas semanales de la política ha reconocido en alguna ocasión que el concepto y el término “caca” le divierten mucho.La fama del dibujante se parece a la de Pimpa: amable, risueño, disponible, de pocas palabras. La perrita tan solo expresa rabia en algunos casos, su papá asegura no sentirla casi nunca. Y siempre ha rebajado los vítores que recibe con la frase hecha que aprendió de su esposa, Mara Chaves, brasileña: “El santo de casa no hace milagros”. Aunque sí reconoce algo que le enorgullece de este medio siglo: “El cariño de la gente. Es una demostración de afecto hacia Pimpa, pero un poco me lo quedo yo también”. A principios de abril, entre los 400 asistentes a un acto dedicado a Altan en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, vio a “abuelos, hijos y nietos que pasaron por el placer de esta lectura”. La escena, presumiblemente, se repetirá en la Comic-Con de Nápoles, que se desarrolla hasta el domingo, y en otras muchas fiestas que le esperan. En sus cálculos, puede que sean los meses de su vida en los que más entrevistas está dando.Fotograma en la web de RaiPlay de la serie que adapta los cómics de ‘Pimpa’, creada por Altan.También porque sus obras cobran nueva actualidad. Pimpa se atreve, prueba, explora, pregunta. Armando la vigila, pero le deja hacer. Más, desde luego, que muchos libros infantiles de hoy, tan volcados en aclarar y masticar su mensaje, antes de servírselo a los pequeños. “No es algo que estudiara a priori. Pero creo que es justo. Los tutoriales para niños no funcionan, son capaces de aprenderlo todo”, reflexiona Altan. Aunque el tiempo sí ha cambiado el vínculo de la perrita con la infancia. El autor recibía cartas de niños de nueve años que se despedían con tristeza tras un lustro con ella. Hoy, cree que el bum de pantallas, alternativas y frenesí ha adelantado algún año el adiós de los lectores a Pimpa.Mientras, muchas de sus viñetas tampoco han envejecido. “He perdido el trabajo”, le decía un compañero a Cipputi. A lo que este contestaba: “Al fin algo a tiempo indeterminado”. La lucha laboral, el desencanto hacia la clase política y su incompetencia o las desigualdades han permeado la obra de Altan. Siempre blandió su lápiz contra los más poderosos, y a favor de los últimos. “¿Cómo va la investigación? Encontramos de todo, salvo el dinero”, suelta un científico que dibujó. Y un marinero anuncia: “Viento de derechas, señor”, a lo que el capitán contesta: “Ningún problema: invirtamos el rumbo, así se vuelven de izquierdas”. A lo largo de los años, han crecido las reivindicaciones ecológicas —un señor pide cinco minutos más de siesta ante una joven que insta a salvar el planeta ya— o feministas. Una, en concreto, impactó por su dureza. “Quería dejarme. La maté, pero me dejó igualmente”, dice un hombre diseñado por Altan para condenar los feminicidios. “Significan que el proceso cultural del país es deficiente”, lamenta el creador. Acaba de dibujar por primera vez a la presidenta del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, pero quizás su viñeta que mejor resuma el rumbo del mundo actual la ideó hace dos décadas, tras un triunfo electoral de Silvio Berlusconi. Mostraba el diálogo entre dos hombres.—Podría haber sido incluso peor.—No.Cartel de una exposición en Pistoia en 2023 dedicada a Pimpa y Cipputi, creados por Altan.“Resultó ser optimista”, reflexiona Altan. Tanto que, entre muchas cosas que se han complicado, incluye el trabajo de viñetista: “Los autores de este desastre se hacen la sátira solos”. Por eso, el artista cree que su propia misión ha cambiado: “Me he ido dando cuenta de que la función no es atacar al poder, sino no hacer sentir demasiado solas a las personas. Ven una viñeta, dicen ‘yo también lo pensé’ y se crea un mínimo de comunidad”. En sus dibujos, la melancolía siempre supera a la ira, la indignación se expresa con más ironía que furia. Hace pocas semanas, rescató a Cipputi para apoyar la manifestación celebrada en Roma a favor del europeísmo. Cada semana, Altan sigue denunciando injusticias en revistas y periódicos. A la vez, mantiene a su personaje más dulce: “Supongo que no podré continuar para siempre con Pimpa, pero no consigo quitarles una compañera de juegos a los niños”. Han compartido medio siglo de aventuras. Incluida la principal: hacerse mayores. En la ficción, la perrita siempre tiene cinco años. Sus lectores, cuando están con ella, también.

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