Como tantos padres alrededor del mundo, Martín Tintxo Esnaola, 43 años, confeccionó a finales de octubre para la pequeña de sus tres hijos un disfraz de Las guerreras k-pop. La película más vista de la historia de Netflix fue también la estrella de este Halloween. Niñas, y no tan niñas, vestidas de Rumi, Zoey y Mira, las heroínas que machacan demonios mientras entonan pegadizos temas de pop coreano. Pero el de Esnaola no era un disfraz cualquiera. A la espada le puso “luces y todo” y, sobre todo, además de ser padre de fan, este madrileño nacido en Argentina trabajó como supervisor de animación en el superéxito de Sony.Esnaola atiende la videollamada en el sótano de su casa de Vancouver, donde tiene montado “todo el tinglado” (cinco monitores) para cuando teletrabaja. Detrás, una tela impresa con La ola de Kanagawa cubre las lavadoras y atestigua su fascinación por la estética japonesa. Se enamoró de su medio de vida con las películas de Miyazaki en el estudio Ghibli (su favorita, Porco Rosso): “Con ellas comprendí que la animación hace llegar la fantasía y la emoción de otra manera”. Fan del anime clásico de Ghost in the shell, el espectáculo visual de Arcane o la cruda intimidad de I lost my body, estudió animación en Madrid y online “cuando había muchas menos opciones para formarse que ahora”, dice. Su primer trabajo fue en Real Madrid TV: “Tenía un horario ideal y pagaban bien, pero yo quería animar”. Trabajó en Los Ángeles, Londres o París, hasta que en 2012 recaló en Imageworks, el estudio de animación y efectos especiales de Sony Pictures en Canadá. “Cuando entré éramos un satélite de la central en Los Ángeles, pero nos hemos convertido en punta de lanza”, dice de Imageworks, donde trabajan entre 500 y 700 profesionales, pero pueden llegar a más de mil cuando, como ahora, produce hasta seis o siete proyectos al mismo tiempo: “Es una locura, pero Canadá tiene muchos incentivos y salimos baratos”. En su currículum hay películas tan dispares como Hotel Transilvania (2012 y 2015), Emoji (2017), Spider-Man: Un nuevo universo (2018), El monstruo Marino (2022) o En sueños (2025), que se produjo antes de Las guerreras k-pop pero se estrena, también en Netflix, el próximo 14 de noviembre. “Cuando entrevisto a gente que quiere trabajar aquí les explico que lo que más me gusta es que cada película parece de un estudio diferente; Disney o Illumination tienen una calidad estupenda y animaciones geniales, pero da la impresión de que hacen siempre la misma película. Nuestro estilo es que no tenemos estilo propio y eso te permite innovar más”.Con el secretismo habitual en la industria, de la secuela de Las guerreras k-pop, que ya están negociando Sony y Netflix, no sabe nada. Y de la película en la que está trabajando, “un proyecto sin título que aún no está anunciado para Netflix”, tampoco. En ella ejerce de director de animación (Head of Character Animation). ¿Qué implica el puesto? “En el cine de imagen real, los actores ponen el aspecto, la voz y la actuación. En cambio, en animación hay un montón de gente implicada en esa interpretación. Los personajes se construyen por partes: actores que doblan la voz, personas que diseñan el aspecto, los riggers, que construyen el esqueleto, los modeladores… Y al final entramos los animadores. Animar viene de ánima: somos los que damos alma a los personajes, los llenamos de vida”. En ese insuflar de vida se decide cómo se mueve, qué gestos hace, cómo se interpreta el personaje… Igual que cuando en un set tradicional se grita ‘¡Acción!’ y sucede la magia, pero en un proceso mucho más largo y tedioso (un animador trabaja en cada película en torno a un año y medio). Lo más difícil de su trabajo, dice el jefe de animadores, es compaginar su visión (“lo que me gustaría hacer”) con la visión de los directores de la película (“lo que quieren hacer”) y de los productores (“lo que se puede hacer”). “Hay muchas reuniones, muchas ideas de ida y vuelta, y también mucha burocracia, porque cada paso tiene que ser aprobado”. Todo ello con presupuestos que llegan a los 100 millones de dólares (unos 86 millones de euros) y plantillas tan extensas como los títulos de crédito de las películas. Los de Las guerreras k-pop duran 14 minutos. “Tintxo Esnaola Scotta” aparece al minuto y medio junto a una versión chibi (ojos enormes y cuerpos de bebé) de las protagonistas. En esa primera parte de los créditos “cuando todavía resulta divertido quedarse a verlos porque no es solo una sucesión de nombres”, celebra. Imagen de la coreografía de ‘Your idol’ de los Saja Boys en un momento de la película ‘Las guerreras K-pop’.NETFLIX¿Con tanta gente y tantas fases, existe el ambiente de un rodaje tradicional? “Es una mezcla entre eso y un trabajo de oficina, compartes espacio con gente que está haciendo otras películas, cada uno a lo suyo, no hay un set… Aunque en proyectos más pasionales, como Las guerreras k-pop, sí se genera un sentimiento de equipo fuerte”, dice Esnaola, que admite que la historia creada y dirigida por Maggie Kang (que era, como él, una animadora de la casa) le encandiló desde el principio: “Me puse a tope a mirar k-dramas y a escuchar un montón de k-pop, quería absorber la cultura para que todo quedase muy auténtico”. Está “muy orgulloso” del resultado: una película que nació pequeña y ha sido abrazada por el gran público y alabada por los entendidos del género, precisamente por su autenticidad. La escena que siente más propia en un trabajo tan colectivo es el último número musical de los Saja Boys. El grupo de chicos, ya transformados en demonios, canta Your Idol ante un estadio entregado: “Reinventamos parte de la coreografía y de los tiros de cámara, lo que nos llegó era más tradicional y le dimos el empujón para que resultase mucho más dinámico, más k-pop”, explica el animador, que buceó en cientos de videoclips buscando movimientos y actitudes y adaptándolos para que la animación funcionase al ritmo de la música, una de las claves estilísticas del filme. Imagen de ‘Planet 51’.Esnaola, que entre sus trabajos en el extranjero recaló en la coproducción española Planet 51 (2009), no cree que vuelva pronto a casa. “Aquella película fue la primera con la que todos pensamos, ¡por fin va a despegar la industria en España!… pero no fue del todo así”. Últimamente le llegan muchos currículos de españoles buscando trabajo, lamenta. En todo el mundo otro peligro acecha al sector: la inteligencia artificial. “Es el tema ahora mismo, la comidilla…”, dice Esnaola. “No sabemos si será una herramienta que nos ayude o una que nos sustituya. La ventaja es que los grandes estudios tienen tanto miedo como nosotros, es fácil que se les vaya de las manos: ahora son los únicos que pueden hacer películas de cierto nivel, pero si la IA democratiza la producción, corren un gran riesgo. Son los primeros interesados en controlarla”.

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