Es jueves a mediodía, hace un tiempo espléndido y el lago de la Casa de Campo de Madrid refulge al sol de primavera moteado de piragüistas por dentro y paseantes por fuera. En la terraza de un restaurante a la mismísima orilla, una tropa de estilistas, relaciones públicas, músicos y asistentes varios prepara hasta el último detalle la presentación de la línea de ropa OTTO, “para fuera de la oficina”, de la que Andrés Velencoso es “director creativo” y, por supuesto, imagen. El modelo, vestido con una sudadera rosa y un pantalón blanco de la casa que en cualquier otro revelarían cualquier falta o sobra y en él parecen hechos a medida, se deja llevar de entrevista en entrevista y de foto en foto hasta que, cuando llega nuestro turno, se queda un rato debatiendo con el fotógrafo sobre los pros y los contras de la cámara para la que acaba de posar. ¿Curioso?¿Le interesa la fotografía desde el otro lado de la cámara? Me encanta. Puede ser deformación profesional después de tantos años de ver trabajar a fotógrafos, pero siempre me ha gustado. Tengo una Leica analógica que me compré cuando iba a Nueva York, hace 20 años. Hago fotos por placer y también he hecho algunos encargos. Más información¿Hay alguna mala foto de usted? Millones. Una vez un agente me dijo que no hay buenos modelos, sino buenos fotógrafos. Un gran fotógrafo puede hacer un gran modelo, y viceversa. Hombre, algo debe de tener para llevar 27 años viviendo de su imagen. ¿La belleza basta? La belleza es muy subjetiva, lo que es bello para ti puede no serlo para mí. Lo que tiene que haber es fotogenia, carisma. Algo que atrape tu mirada. Llámalo como quieras. ¿Sabe reconocer ese “algo” en otros? A veces te llevas sorpresas, gente que no te llama la atención, luego da fantásticamente, y al revés. Pero, sí, creo que hay una actitud, una forma de estar y mirar a la cámara. Hay que tener como una pila dentro. ¿Y usted la tiene desde siempre? Sí. Y esa pila, una vez que decidí salir definitivamente de casa a ganarme la vida, a disfrutar, es lo que me ha ayudado a sobrevivir en la jungla. Porque el mundo, y el mundo de la moda en particular, es una jungla, se llame Milán, París o Nueva York. ¿De dónde le viene esa pila, esa actitud? Cuando era adolescente y estaba de camarero en el bar de mi padre, en Tossa de Mar, al principio, me daba pánico salir a servir a la terraza. Pero, a la vez, me atraía muchísimo: estaba llena de italianos, franceses, daneses, americanos, había en mí una curiosidad que me llamaba. Ya entonces, con 16 o 17 años, había gente que me sacaba fotos, supongo que tenía algo que les parecía fotografiable. Y decidí aprovecharlo. Yo lo que quería era buscarme la vida lejos de la hostelería. ¿O sea que es un buscavidas? Pues un poco sí. Al principio, cuando mi padre me lo echaba un poco en cara, se lo decía: “¿Qué me estás contando?“. Esto igual es un poco genético. Igual que mi padre se buscó la vida yéndose de su pueblo, en Cuenca, a Cataluña para huir del campo, yo me me metí a modelo para buscarme la vida, huir de ser camarero a la manera en que mi padre y mi madre lo entendían, y ver mundo. O sea, que su padre fue emigrante. ¿Y su madre? Mi madre también. Sus padres vinieron de Andalucía y, fíjate qué locura: la sacaron del colegio con 12 años y la enviaron a cuidar niños a Tossa de Mar, porque ya era mujer y ya podía ganarse la vida. Así eran las cosas. Entonces, ¿su belleza fue su pasaporte? Totalmente. Al principio, mi padre se cabreó conmigo, porque se habían dejado la pasta en un colegio para que subiera nota y pudiera entrar en la universidad. Yo quería hacer Educación Física, pero me rompí la pierna, para no perder el año me apunté a Turismo en una escuela semiprivada, hice el primer curso y lo dejé, porque me veía otra vez en lo mismo. Eso no le sentó nada bien. Así que, sí, dejé los estudios a los 20 años y usé la moda para poder viajar, conocer mundo, ganarme la vida y no tener que volver a casa. ¿Y ahora? ¿Qué dice su padre? Igual hasta tiene usted una calle en Tossa. Una calle no, pero me hicieron tossenc de honor hace 10 años y eso fue muy bonito, casi más para mi padre que para mí. El modelo y actor Andrés Velencoso.Bernardo PérezA sus 47 años, con 27 de carrera, es usted un veterano. ¿Cuál es el mayor cambio que ha visto en su oficio? El mundo digital. Hacer cosas para la red. Hay un mercado muy potente donde las marcas se están dejando mucho dinero. Ahora, con el mundo de los influencers, que también son modelos, el abanico se ha abierto de una manera brutal. Pero es verdad que antes había que tener unos cánones un poquito más marcados. ¿Qué había que tener para ser un supermodelo masculino como usted? Ser alto y delgado, que yo nunca lo he sido, sino más bien grandote, lo que me acarreaba problemas para según qué firmas. La ropa me iba bastante pequeña. Igual no me cogían tanto para desfiles por eso. Pero, a cambio, tenía la baza de parecer latino. Y, supongo, que lo que hablábamos del “algo”. Aquí sigo. O sea que su objetivo de conocer mundo y pasárselo bien se ha cumplido. Totalmente. Además, el mundo de la moda, si estás alerta, es un trampolín para un montón de cosas. Si te gusta actuar, porque, al fin y al cabo, tú actúas delante de una cámara, puedes, como yo he hecho, formarte como actor. O si te gusta el estilismo, el maquillaje, la fotografía, la producción. Hay muchos mundos dentro de la moda. O sea, que la interpretación es un plan B para cuando se jubile de modelo. No creo que me jubile. Hoy mismo estoy presentando una colección de ropa. Cuando tienes un estatus, tu carrera se puede alargar. Puedes seguir de modelo si te sigues retroalimentando. Tengo amigos que se quejan de que no trabajan, pero es que no se han movido. Se han quedado en España con sus hijos. No han invertido tiempo y pasta en ampliar y diversificar el mercado para trabajar. Habla como un hombre de negocios. ¿Es usted su propio producto? Yo soy una marca y me vendo como tal: la marca Andrés Velencoso. ¿Y le contratan por eso? Ahora, sí. Ahora me contratan como un sello de garantía y calidad [ríe]. No, en serio. Ahora estamos aquí, presentando la línea de ropa OOTO (Out of the office) . Para hacer un desarrollo tan importante, para meter tanto dinero detrás de una marca, no solo contratan un envoltorio. Aquí hay mucho trabajo y mucha gente trabajando. Que apuesten por ti no es porque les gustes más o menos, sino porque han hecho un estudio y saben que hay un nicho de donde pueden sacar chicha. Pero en la firma dicen que usted es el “director creativo”. ¿Qué crea usted? Obviamente, no creo nada, pero sí superviso todo para que eso no sea una simple etiqueta, me gusta involucrarme en todo. Ya que ponen: “Andres Velencoso te invita…” quiero saber a qué te invita y qué hay en el menú. Es uno de los españoles más conocidos en el mundo de la moda. ¿Eso es también marca España? Pues yo creo que sí, la verdad. Hubo un momento, en los primeros dos mil, en el que había un grupo de españoles: Jon Kortajarena, Oriol Elcacho, yo mismo, y otros, que estábamos en todas partes y creo que abrimos una puerta. Ahora, puedo ser un referente para los chicos nuevos. Yo no lo tuve. Tuve referentes mujeres: en Nueva York me cruzaba con Eugenia Silva, Martina Klein, Verónica Blume… pero no con chicos. Las modelos mujeres ganaban mucho más que los hombres. ¿Eso ha cambiado? Bueno, eso, en mi caso, se ha equilibrado con el sello Velencoso (ríe). Pero sí, siguen ganando más. Un cero más. Aunque los ceros han bajado, en general. El otro día estuvimos haciendo un desfile de Moncler en los Alpes, con Mark Vanderloo, que, él sí, fue de una generación pionera. Mark fue uno de los primeros en tocar esas cifras que ganaban las mujeres con las marcas de lujo. Me contaba locuras. ¿Como cuáles? Pues volar en Concorde como quien va en taxi, que le trajeran el Porsche de Nueva York a Milán para que no cambiara de coche. Él no sabía ni lo que ganaba. Me da que usted sí sabe lo que gana. Sí, no te voy a engañar. He ahorrado mucho, pero no soy caprichoso. Mi primer coche lo compré a los 33 años y se lo dejé a mi padre. Un cochazo, supongo. No te creas, teníamos un BMW viejo y compramos otro algo mejor, nada ostentoso. Yo ahora trabajo con Porsche, soy su embajador en España, y me los dejan. Me encantan los coches, y si tuviera que invertir, seguramente lo haría en un Porsche 911, que es una reliquia y nunca pierde valor. Entonces, ¿qué es el lujo para usted? El tiempo libre. Ya, ya. Mira, el último lujo que me di fue, precisamente, en ese desfile en los Alpes, al ver que iba a nevar en Andorra, irme a esquiar de martes a viernes, cuando nadie puede, y además con mi hermana. O jugar un lunes random de febrero al golf, con un solazo de muerte ahí en Caldas de Malavella. Eso es el lujo. Te sientes el tío con más suerte del mundo ¿Y el rey del mambo? ¿Se ha sentido alguna vez? Sí, y me lo he intentado no creer. Intento que no se me suban las cosas a la cabeza. A veces, he estado volando a Los Ángeles en primera clase, en Air France, para hacer un campañote, y te dices: “Hostia,…mola”. En la publicidad de su marca, dice que su ropa es para “rebeldes con causa”. ¿Qué le hace a usted hervir la sangre? Pues mira, últimamente, en las redes, me salen muchos vídeos de perretes maltratados, abandonados, peña que los encierra y no los saca ni a cagar. Eso me rebela: “Tío, no te compres un perro si no lo puedes cuidar”. Yo no tengo perro, lo tiene mi padre, me gustaría tener uno propio, pero no lo tengo porque sé que no lo voy a poder cuidar. ¿No tiene base fija? ¿Dónde vive? He vuelto a Tossa. Después de 25 años de haberme marchado para no querer vivir ahí, me he hecho una casa preciosa y estoy felicísimo. Dicen que uno es como trata a los camareros. ¿Cómo los trata usted? ¿Tú qué crees? Dígamelo usted.Pues como quisiera que me hubieran tratado a mí. Mira, ser camarero, y esto lo explica muy bien Josep Pitu Roca, es el placer de servir a la gente y ver cómo disfrutan de lo que tú le estás dando. Detrás de todo eso hay un curro brutal, pero el servicio, bien hecho y bien pagado, es muy bonito. Pues igual ahora se anima a poner copas en el bar de su padre para echar una mano. Ya no tiene el restaurante. Está jubilado, jajaja. ‘OUT OF THE OFFICE’Así, “fuera de la oficina”, en sus siglas en inglés, OTTO, se llama la línea de moda casual masculina dentro de las tiendas Cortefiel de la que Andrés Velencoso (Girona, 47 años) lleva seis temporadas siendo imagen y “director creativo”. Velencoso, que empezó en el oficio a los 20 años en Barcelona, ha sido protagonista de campañas publicitarias de firmas de lujo, como Chanel y Louis Vuitton, y es uno de los modelos españoles más conocidos y reputados en el mundo. Hace unos años, comenzó, también, una todavía incipiente carrera como actor, con participación en series como Élite y El regreso de las sabinas, que no descarta potenciar más en el futuro. De momento, dice, le queda carrete de sobra delante de las cámaras.

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