Existe en la historia de Bad Bunny un momento clave que ocurrió en la edición de 2023 del festival Coachella. Por primera vez un artista latino ejercía como cabeza de cartel. Semanas antes, el puertorriqueño ocupó la portada de la revista Time. En la entrevista le preguntaron si ser negro podría resultar determinante a la hora de tener éxito. De otra manera: ¿había racismo en la industria musical? Bad Bunny se mantuvo prudente: “No puedo decir que sí o que no porque no lo he vivido. Tampoco he visto con mis propios ojos que sí, esta persona no se volvió más exitosa debido a su piel, no lo he visto”. Muchos seguidores le recriminaron que no fuera más claro contra el racismo. La polémica fue cogiendo consistencia según se fue acercando la fecha de su presentación en el desierto de Indio, California, donde se celebra Coachella, considerado el festival más importante de la música pop. Más informaciónEl artista solventó la controversia en el escenario con dos golpes de efecto. En uno de sus primeros discursos dijo: “What do you prefer? Me talking in English (¿Qué preferís, que siga hablando inglés) o español?”. ¿Hubo más gritos de “español” o “english”? Difícil saberlo, pero él ya realizó la pregunta habiendo tomado una decisión. “Entonces, ustedes mandan”, dijo en castellano. Aquello sentó las bases de lo que luego sería una acelerada clase maestra sobre música latina con menciones a titanes como Rafael Hernández, Sylvia Rexach, Carmen Delia Dipiní, Celia Cruz, La Lupe, Héctor Lavoe, Willie Colón… Y hablando de estilos como mambo, cha-cha-cha, guaguancó, guaracha… en un escenario donde casi siempre se habló inglés. Remató la estrategia en el siguiente discurso, refiriéndose a su tibia respuesta sobre el racismo en Time: “En las redes sociales, en la prensa, se dicen muchas cosas, pero nunca podrán saber la realidad de lo que siente un corazón. Por eso, les digo que no crean lo que no vean que salió de mi boca. El que quiera conocerme de verdad, lo invito a mi casa”. Tan demagógico como efectivo. El triunfo en el festival fue sin discusión y su reputación podía seguir sin tacha. Benito Martínez Ocasio (Bayamón, Puerto Rico, 31 años) vendió la semana pasada las entradas para 12 conciertos en estadios de España, recitales que se celebrarán en mayo y junio de 2026: dos en el Olímpico de Barcelona, y 10 en el Metropolitano de Madrid. Unas 600.000 entradas a una media de 150 euros; 90 millones de euros de recaudación. Según la promotora, Live Nation, 2,5 millones de personas hicieron cola en la preventa en España. Ningún artista había conseguido semejante hazaña en el país. Los que más cerca estuvieron fueron Bruce Springsteen, con 257.000 boletos vendidos en cinco estadios en 2024; Coldplay con 225.000 en cuatro recitales en el Estadi Olímpic de Barcelona 2023, y Karol G con 220.000 en otras cuatro noches en el Santiago Bernabéu en 2024. Hace solo nueve años, Bad Bunny trabajaba de reponedor en un supermercado de Vega Baja, cerca de la capital puertorriqueña, San Juan. Ese mismo año, 2016, cuando tenía 22, lanzó su primera canción con repercusión, Diles. En unos tiempos donde la consecución del éxito viaja en un propulsor, lo suyo merece un caso aparte. Para encontrar un momento clave de la implantación del artista en España procede retroceder a 2019, edición Sónar de Barcelona, un año antes de la pandemia. Lo cuenta Enric Palau, cofundador y codirector del festival: “A él le interesaba actuar en Sónar porque quería explorar el territorio de la música de vanguardia, que no era el suyo. Y nosotros lo teníamos clarísimo porque siempre hemos seguido la evolución de las nuevas tendencias de la música latina. Pero cuando lo anunciamos se llenaron las redes sociales de detractores. Nos preguntaban si estábamos locos, cómo podíamos programar a un reguetonero”. El concierto fue de los más exitosos de esa edición, reuniendo a 15.000 personas, “en una estimulante mezcla de público latino y modernos europeos”. “Dejó a todo el mundo con la boca abierta. Fue un espectáculo potentísimo, con un lenguaje visual moderno, muy televisivo. Había mucha gente cantando las canciones y en nuestro idioma, algo que no suele pasar en Sónar. Acabó siendo una cosa que tenía todo el sentido del mundo”, remacha Palau.Bad Bunny ya era una estrella en 2019, con su primer disco en marcha, X 100pre, y colaboraciones con astros internacionales como Carbi B o Drake. El siguiente paso para su conquista global llegó durante la pandemia. Mientras el mundo compraba papel higiénico y hacía acopio de bebidas espirituosas para pasar el encierro, él se esmeró en componer la banda sonora para esa época: editó dos discos en 2020, Yo hago lo que me da la gana y El último tour del mundo. El reguetón y el trap de sus inicios como artista underground le venían estrechos. Bunny acogió en estos trabajos otras sonoridades que ampliaron su radio de acción: ya no era un músico de reguetón, era una estrella del pop. Bad Bunny actuando en el festival Sónar de Barcelona, en 2019. Ariel MartiniMientras evolucionaba en lo musical, desplegaba una novedosa forma de encarar el negocio. El marketing no estaba ahí afuera; el marketing era él. Que el formato álbum es una antigualla y lo que procede es lanzar solo canciones, pues va y edita discos de 20 temas y más de una hora; que si mejor títulos cortos, pues él escoge para el álbum de 2023 el de Nadie sabe lo que va a pasar mañana; que lo más prudente es no meterse en política, pues él se pone de cara para liderar las manifestaciones para pedir la dimisión del gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló; que lo que vende son trifulcas contra colegas de profesión, pues él se lleva bien (y graba canciones) con todos, incluidos los archienemigos entre sí Residente y J Balvin.Si algo le faltaba para terminar de moldear al personaje llegó en enero de 2025. Otra vez saltándose las normas, publicó un disco por sorpresa, tan solo anunciado una semana antes. Y qué disco: Debí tirar más fotos. El argentino Pablito Wilson, autor del referencial libro Regaetton: Una revolución latina, responde desde su casa de Colombia: “Le metió el diente a un problema que nos está jodiendo en muchas partes del mundo, la gentrificación. Estamos viendo cómo todo se encarece, que cada vez es más difícil vivir donde crecimos, que nos tenemos que marchar porque no podemos pagar un alquiler. Y esta es la primera vez que un artista tan grande afronta esta problemática. La gente se ha sentido identificada porque aunque esa belleza que se llama Lo que le pasó a Hawaii está dedicada a su tierra, Puerto Rico, la misma problemática existe en Madrid o Barcelona”.El cantante puertorriqueño en la gala MET de la moda, el pasado 5 de mayo en Nueva York. Michael Loccisano/GA (The Hollywood Reporter via Getty)El puertorriqueño lleva años ejerciendo de agente político, de una especie de Springsteen boricua que habla el lenguaje de la gente de los barrios. Marina Molina es puertorriqueña, tiene la misma edad que Bad Bunny (31 años) y se dedica a la música. Llegó a Barcelona hace ocho años para estudiar composición musical para cine. Compatibiliza esos estudios con su grupo Marina y el Melao, dedicado a la bomba, el género de los esclavos negros de Puerto Rico. “Admiro a Bad Bunny más que por su música porque se involucra en las luchas políticas. Al ser una colonia de Estados Unidos corremos el riesgo de vestir, comer y hablar como los estadounidenses. En definitiva, está en peligro nuestra identidad. Y él lucha, con su música y con sus declaraciones, para mantener nuestra cultura”, explica Marina. Considerando relevante su implantación en la modernidad con su presencia en Sónar y su vertiente política, sigue resonando como mareante la cifra de 600.000 tíckets vendidos. Nacho Gallego trabaja como profesor investigador en la Universidad Carlos III de Madrid y dirige un máster en industria musical y estudios sonoros. A sus 47 años, Gallego frecuenta conciertos y ejerce de melómano. “Como creo que nos ha pasado a todos, también me sorprendió lo de los 12 estadios”, enuncia. Y ofrece algunas claves: “Estamos hablando de un artista de muchísimo éxito. Si se miran las cifras de ventas en España vemos que el año pasado, que no sacó disco, mete dos de sus trabajos anteriores entre los seis primeros. Su disco de 2025, Debí tirar más fotos, es el más vendido de lo que va de año en España. Y en Estados Unidos esta semana ha vuelto al número uno”. Más datos: a pesar de que su último trabajo se editó hace cinco meses permanece en el número uno en escuchas en Spotify, tanto a nivel mundial como en España. Residente y Bad Bunny, con un micrófono y una bandera puertorriqueña, en las manifestaciones para pedir la dimisión del gobernador de Puerto Rico Ricardo Rosselló, en San Juan, en julio de 2019. ERIC ROJAS (AFP via Getty Images)Gallego continúa: “Luego está la tendencia en la música de hoy: los conciertos como un acontecimiento que nadie se quiere perder, el síndrome FOMO [las siglas en inglés de Fear Of Missing Out, el miedo a perderse de lo que se está hablando]. Las entradas son caras, sí, pero mucha gente prioriza este gasto, incluso más que unas vacaciones. O se lo plantea así: mi presupuesto de vacaciones lo invierto viajando a una ciudad para ver un concierto, y estar allí de turismo toda la semana. Se trata de un paquete combinado, una dinámica mixta que tiene que ver con los fenómenos actuales del turismo: te puedes mover para cualquier cosa. Y, por último, hay que tener en cuenta la gran comunidad latina que existe en España”. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en España residen 3.200.000 personas que han nacido en un país de América de habla española, de los cuales 1.038.671 viven en Madrid, la ciudad donde Bad Bunny ha vendido más entradas. Una fuente de Live Nation, la promotora de los conciertos, confirma a este periódico el turismo musical de los recitales de Bad Bunny en España: “Con respecto a otros espectáculos hay más variedad de lugares de procedencia de los que compran las entradas: Canadá, Latinoamérica, Estados Unidos, otras partes de Europa…”. Bad Bunny y Taylor Swift en los premios Grammy, en febrero de 2023 en Los Ángeles. Kevin Mazur (Getty Images for The Recording A)Desde que se desató esta pandemia por asistir a conciertos, justo después de la del coronavirus, han pasado por España veteranos como The Rolling Stones, Paul McCartney, Bruce Springsteen, AC/DC… Y luminarias contemporáneas como Taylor Swift, Karol G, Duki, Dua Lipa… Solo faltaba Bad Bunny, otro factor para responder a la pregunta de cómo son posibles 12 estadios. Samantha es una peruana que vive en Madrid desde hace cinco años. Tiene un hijo de siete y otra de 14. La mayor le pidió con tanta insistencia ir al concierto de Bad Bunny que le dio la tarjeta de crédito para, después de operar en tres dispositivos, conseguir dos boletos: 300 euros. “Tendremos que sacrificar algo del presupuesto de este mes, pero creo que merece la pena”, dice Samantha, que trabaja cuidando a una persona mayor. Núria Net se crio en Puerto Rico (su madre nació allí), trabajó de comunicadora en Nueva York y Miami y lleva unos años en España. Es la fundadora de Las Cosmos, plataforma y podcast de la comunidad latina. “Vivimos el fenómeno Ricky Martin, el de Daddy Yankee, pero esto es mucho más. Creo que tiene que ver con que es un artista en la cúspide de su carrera que, en lugar de seguir con la misma fórmula, se va a la raíz, habla de los problemas que afectan al día a día de la gente. Y ahora rescata géneros como la bomba o la plena, ritmos que solo escuchaban los mayores, géneros marginales que se cantan en el campo y si acaso en alguna reunión familiar navideña. Pero él lo está llevando a lugares muy masivos”. El presentador Jimmy Fallon y Bad Bunny actuando en el metro de Nueva York en enero de 2025 dentro del programa ‘The Tonight Show Starring Jimmy Fallon’. NBC (Todd Owyoung/NBC via Getty Image)Un momento, las letras de Bad Bunny también hablan de sexo, y mucho. “Como mujer no me siento incómoda escuchando sus textos. No, porque exalta la sexualidad de la mujer. Dice, por ejemplo: ‘Tú estás dura, yo también’. Es ponerlo al mismo nivel. Para nada lo veo vejatorio”, señala Núria. “Sin embargo, como madre, sí”, añade la directora de Las Cosmos entre risas. “Tengo un niño de nueve años y una niña de cinco, y me gustaría escuchar sus discos en el coche y cantar todos juntos, enseñarles a mis hijos canciones que hablan de la cultura del país de su madre. Pero algunas son muy sexuales”. También juega a favor de Bad Bunny la cercanía que transmite, como señala Núria: “No es el más guapo, tampoco el más carismático, va a Saturday Night Live y apenas habla inglés… Por eso nos identificamos con él. Le pasa un poco como a Karol G. La gente piensa: si él lo ha podido hacer, yo también. Al contrario, por ejemplo, de Taylor Swift, tan perfecta, inalcanzable y estereotípica rubia y flaca”. Bunny, además, es un experto en despejar con desparpajo popular las grandes cuestiones de la vida moderna. Sobre el avispero de las redes sociales, dijo: “Lamentablemente, en las redes lo que se sienten más son los comentarios negativos, y es porque la gente que está en positivismo no tiene tiempo para comentar mierda”. Sobre los trasnochados ataques que recibe cuando se viste con falda, responde: “Cuando eres una persona creativa lo eres también para vestir: yo voy de compras con mi mamá”. Y añadió: “Yo en el closet [armario] no tengo ropa de hombre ni de mujer, tengo ropa bacana que tu nunca te vas a poner”. Y respecto a problemas de salud mental, que él ha padecido, reflexionó: “La depresión no es para el que tiene dinero y fama, es para el que está vivo”.El público lleva en volandas al cantante puertorriqueño en su actuación en los premios de iHeartRadio, el pasado 17 de marzo en Los Ángeles. Michael Buckner (Billboard via Getty Images)Queda por tratar el tema de la voz de Bad Bunny, ese tono taciturno y perezoso, como si estuviese haciendo pucheros, uno de los argumentos que esgrimen sus detractores. Básicamente le achacan que “no sabe cantar”. Pablito Wilson, autor de Regaetton: Una revolución latina, no está de acuerdo: “Sí sabe cantar. Solo hay que escuchar Flor, una canción que hizo con Los Rivera Destino”. El cofundador del Sónar, Enric Palau, afronta el tema desde una perspectiva contemporánea: “Estamos en otros tiempos, o lo tomas o lo dejas. No se le puede pedir a Bad Bunny o C. Tangana que canten como Rosalía, porque ella es una cantante y ellos no. Bad Bunny es completamente imperfecto en ese sentido: los que busquen en él a una gran voz no la van a tener. Utiliza mecanismos electrónicos para lanzar su mensaje, que no es el virtuosismo vocal. Leonard Cohen susurraba, y la gente en su momento decía que no sabía cantar. Lo importante es que está consiguiendo que su mensaje llegue a mucha gente”. Dentro de un año Bad Bunny se pasará en la Península casi un mes, entre actuaciones y preparativos: España se convertirá en la capital mundial de la música latina.

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