Las generaciones Z (nacidos entre 1996 y 2010) y alfa (de menos de 15 años) fueron señaladas como las que iban a dar la espalda al libro por ser nativas digitales, pero esos jóvenes se han convertido en los principales aliados de la lectura y garantizan su futuro en España. El estallido de la pandemia de covid en 2020 abrió un atajo hacia una dimensión que ha hermanado los mundos analógico y virtual, ayudando a que 75 de cada 100 jóvenes lean libros, 10 más que la media general de España (65,5%), según el barómetro de Hábitos de lectura y compra de libros 2024, del Ministerio de Cultura. “No solo rompen el mito de que no leen, sino que han hecho de la lectura algo propio y distinto a lo que imaginábamos. Han encontrado su propio camino en la lectura: más libre, más visual y más conectada a sus intereses y emociones”, celebra Miguel Iglesias, librero de Letras a la Taza, en Tudela, y presidente de CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librerías de España).Las claves de esta reconfiguración, según una docena de expertos consultados por EL PAÍS, entre escritores, libreros, editores, investigadores y promotores de lectura, estarían en que la juventud ve el libro como un oasis o refugio a su mundo de pantallas e hiperconexión, donde han descubierto el disfrute de la lectura y una forma de socialización. Un análisis que también se desprende del barómetro del Ministerio de Cultura.Más informaciónEsto es consecuencia del crecimiento constante de la literatura infantil y juvenil desde 2012, en plena crisis económica y del sector, impulsada por las redes sociales e internet con sus prescriptores, la amplia oferta editorial de temas, diseños y formatos de libros, autores jóvenes que tratan a los lectores como iguales, el reconocimiento de la lectura como placer sin prejuicios ni elitismo, el respeto de padres y adultos al gusto lector de los jóvenes, la desacralización de la lectura como algo solemne o aburrido y las campañas del Gobierno que incluyen planes más flexibles y menos impositivos en los centros educativos.“En la relación de los jóvenes con el libro se ha producido una transformación: se acercan como suelen hacerlo a la música”, afirma Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Escritores de España. Y da pistas sobre algunos efectos: “Autores que se convierten en ídolos de masas, sagas que arrasan en ventas, presentaciones abarrotadas de público joven enfervorizado, un coleccionismo con esa nueva pasión por las ediciones de cantos dibujados o con cualquier otra característica. Es lo que podríamos llamar el fenómeno Harry Potter, que marcó el comienzo y fue el impulso de una tendencia”. El editor destaca que las editoriales han comprendido el potencial de estas generaciones más allá de las lecturas impuestas en las aulas.Es el resultado de la combinación de varios fenómenos que se sostienen sobre dos ejes, explica María José Gálvez, responsable de la Dirección General del Libro, el Cómic y la Lectura: “Las políticas públicas de apoyo a la lectura a largo plazo y las alianzas con todo el ecosistema del libro y con el conjunto de Administraciones públicas”. Gálvez añade dos intangibles: “La mejora de la percepción de la lectura, que ahora se ve como algo más importante en lo que muchos no se quieren quedar atrás; y la consideración de que la lectura es, a la vez, un hecho individual, pero también colectivo, social”.Una joven hojea un libro en una céntrica librería de la capital catalana el fin de semana previo a la diada de Sant Jordi (día del Libro).

Albert GarciaEl libro se abre paso en un ciberespacio sobresaturado de estímulos donde la juventud ha aprendido a elegir sus lecturas, reconoce Manuel González, del Grupo Anaya. En 2019, recuerda el editor, “antes de la pandemia rozábamos el 60% de lectores en tiempo libre, en 2020 se pasó al 64% y hoy ese porcentaje llega al 65,5%. Es decir, una subida de 5,5 puntos en cinco años. Es uno de los crecimientos más altos de Europa. Y si en España el porcentaje de lectores jóvenes es de casi el 75%, en Europa debe de andar en cifras similares”.La pandemia fue un punto de inflexión que “contribuyó a crear el hábito lector en muchos jóvenes que acabaron hartos de las pantallas y recurrieron a los libros. Las redes sociales y los fenómenos de bookstagram y booktok hicieron el resto”, enfatiza Elena Martínez, escritora y directora del Festival de Literatura Infantil y Juvenil de Tres Cantos, Madrid.Es la juventud que vio nacer y crecer a los youtubers que se metamorfosearon en influencers de libros y comprobaron cómo “las redes les ofrecían el apoyo de una comunidad lectora donde se recomiendan entre ellos. Existe un mercado diverso y amplio que busca adaptarse a sus demandas. Ahora lo subversivo es el papel”, proclama Mónica Rodríguez Suárez, ganadora del premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2024 por Umiko.Es el poder del territorio del booktok, del booktube o del bookstagram porque, dice Miguel Iglesias, “ahora las redes son el gran escaparate y la recomendación entre iguales pesa más que la de cualquier ‘experto’ y crea comunidad: leer ya no es una actividad solitaria, es algo que se comparte”.Esta generación del mundo dual, constata Estrella García, librera de Oletvm, de Valladolid, “reconoce el prestigio del libro, pero quitándole esa aura de que la lectura es impenetrable o aburrida y la hacen más cercana. Y conocen lo que se mueve más allá de los sellos tradicionales en plataformas como Wattpad, donde ven que hay jóvenes como ellos que escriben”. El fenómeno de las redes, apunta Damià Gallardo, librero de Laie de Barcelona, “puede deberse a una vuelta o redescubrimiento del mundo analógico, que ofrece experiencias que conectan con todos los sentidos, generando un disfrute y una experiencia diferentes a las ofertas digitales”.Dos jóves en una céntrica librería de Barcelona.Albert Garcia“Han saltado por los aires los prejuicios que afirman que leer es aburrido y poco entretenido para los adolescentes”, sentencia María Lorenzo, premio Jordi Sierra i Fabra para Jóvenes por El muñeco del maestro. Se debe, reconoce la escritora, “a la maestría de quienes han sabido transformar nuestras inquietudes en historias y, sobre todo, al ágora digital donde compartimos, como antiguos rapsodas, la liturgia de la palabra”.A esto contribuye el hecho de que se acepta, cada vez más, que la lectura es placer, según Esther Madroñero, que fue librera durante dos décadas de Kirikú y la Bruja, Madrid. Pero hay algo anterior al placer, aclara Madroñero: “Buscar algo que te guste en cualquier género literario, lo cual lleva a otros temas, libros, autores y niveles de dificultad. Hay que respetar el gusto de los niños y jóvenes y no imponerles el de los adultos”. Recomienda la clasificación de Richard Bamberger en La promoción de la lectura, que hizo por encargo de la Unesco, en 1975: “No hay lectores puros que prefieren una sola clase de libro”. Y señala cuatro clases de lectores: romántico, realista, intelectual y estético. Mónica Rodríguez pide no desdeñar lo que lee la juventud porque “en este maremágnum conviven libros más comerciales con otros más literarios, del mismo modo que ocurre en la literatura de adultos”.Un mundo en expansión que involucra a la red de bibliotecas públicas en España y el acceso a la lectura con sus múltiples actividades. María José Gálvez asegura que, por ejemplo, desde 2021, el Ministerio de Cultura ha invertido cerca de un millón de euros en licencias de libros electrónicos, de literatura infantil y juvenil y en cómic para la plataforma eBiblio.El penúltimo aliado es el audiolibro. En España, el 8% escucha audiolibros, cifra que llega al 13% entre los menores de 30 años, confirma Javier Celaya, cofundador de dosdoce.com. En Estados Unidos, agrega, el audiolibro dio el sorpasso con un 11%, frente al ebook, 10%. “Crece en las generaciones Z y alfa. Hay estudios que indican que el proceso cognitivo de leer un texto es diferente y más profundo, pero el escucharlo no es muy inferior”.Lo maravilloso de este escenario para Luis González, director de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, “es el fortalecimiento de los hábitos de lectura: cada vez se leen más libros, luego cada vez se compran más”. “En nuestros estudios cualitativos detectamos varios elementos”, señala: “La lectura de libros por ocio es algo que proporciona un descanso emocional a los jóvenes frente a la continua interacción en internet. Y la lectura de ciertos títulos o géneros ayuda a sentirse miembro de una comunidad. Relacionado con esto último está la sensación de pertenencia y que las redes en las que se interactúa funcionan como foros de prescripción entre iguales, así como de oportunidad para un cierto liderazgo”.Un optimismo generalizado que no comparte del todo David Lozano, premio Edebé de Literatura Juvenil 2025, por La cacería, y de otros tres galardones desde 2004. Tras su experiencia de charlas en colegios, Lozano lanza varias preguntas: ¿cuánto tiempo hay para la lectura en el horario de clases?, ¿desde qué asignaturas se fomenta?, ¿cómo va a estimular la lectura o seleccionar buenos títulos para sus alumnos un profesor que no lee? El reto, afirma, “está en conseguir que, en los casos de estudiantes que responden bien a esa mediación, no se convierta para ellos en algo anecdótico y evolucionen a lectores con criterio. El otro gran reto es lograr que quienes no leen nada se den cuenta de que la lectura puede convivir con otras aficiones”. David Lozano está convencido de que el objetivo es “descubrir que se trata de una actividad placentera. Quizá nos encontramos con un déficit en la comprensión lectora y en la comunicación escrita, cuyas capacidades hay que enseñar y entrenar, y para eso la lectura de libros es insustituible”.

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