Águeda González tuvo el primer ataque de pánico a los 18 años. De ahí a estar encerrada en casa fue solo cuestión de tiempo. “Empecé a dejar de hacer cosas por miedo al pánico y cuando más cerraba el círculo, más ansiedad sentía”, cuenta. Llegó a no salir de casa si no iba acompañada e incluso a no poder estar sola en casa. Su única preocupación era evitar la ansiedad y el miedo. “Cuando era niña ya tenía comportamientos agorafóbicos. No iba nunca a casa de mis amigas a jugar, ni a excursiones, ni podía estar mucho tiempo sin estar al lado de mi madre”, recuerda. Después, desde los 14 hasta los 18 años, vivió una especie de tregua en la que notaba ansiedad, pero no le impedía hacer cosas.Los trastornos de ansiedad afectan a más de 300 millones de personas en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud. De ellas, entre el 1% y el 1,7% padecen agorafobia, siendo esta hasta el doble de común en mujeres que en hombres sin que haya aún una explicación para ello (suele mencionarse la cultura, la educación o la carga de cuidados desigual). Su definición queda muy lejos de la literalidad que suele acompañar a la palabra porque lejos de suponer un miedo a los espacios abiertos, es en realidad miedo al propio miedo.“La persona que tiene agorafobia tiene miedo a una sensación, y evita lugares o situaciones de las que puede resultar difícil escapar o no pueda recibir ayuda si surge una crisis de angustia”, explica Rubén Casado, psicólogo especializado en ansiedad y fundador de la Asociación Madrileña de Agorafobia (AMADAG), que surgió a raíz de su propia experiencia personal con este trastorno. Las personas que experimentan agorafobia son personas que han tenido una experiencia traumática con un ataque de pánico; es decir, han vivido a una situación en la que de pronto sentían que sus propios síntomas eran peligrosos.Rubén Casado, psicólogo especializado en ansiedad fundador de la Asociación Madrileña de Agorafobia (AMADAG) y Águeda González, una paciente.Santi BurgosPara llegar hasta aquí, se suele haber transitado una ansiedad intensa sostenida en el tiempo. Y su primera manifestación de desborde es el ataque de pánico, que explosiona como un volcán, generando mucha angustia. Por último, la agorafobia es el rechazo a esa angustia vivida y al intento de no volver a sentirla.“De alguna forma la persona empieza a tenerse miedo a sí misma tras esta experiencia”, señala el psicólogo. Se establece un círculo en el que la persona comienza a tener miedo a su propia reacción al miedo, por lo que trata de buscar un refugio en elementos de ayuda externos; ya sean personas, lugares, objetos o rituales. Por ejemplo, comprobar si hay un hospital cerca cuando se visita un lugar nuevo.Vergüenza e incomprensiónGonzález se sintió acompañada y comprendida por su entorno más cercano, pero no se lo contó a la familia más lejana ni a los amigos. “Siempre tenía una buena excusa para no hacer las cosas que proponían y sentía que no podía hacer. Lo viví como una especie de vergüenza que tenía que esconder a los demás. Te vuelves muy hábil intentado que no se te note”, relata. Casado cree que no ayuda vivir en una sociedad en la que se premia la productividad y seguir unos cánones basados en el “todo se puede”. “Se ha divulgado mucho sobre la ansiedad, se habla mucho de ella, pero todavía no se entiende bien lo que es”, apunta.Anna García sufre agorafobia desde hace más de tres años, pero, además, lidia con un Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) desde hace 20 años. La agorafobia apareció en el mejor momento de su vida: tenía un trabajo que le gustaba, una familia bien avenida y sentía que había alcanzado su soñada estabilidad. Sin embargo, fue en ese preciso momento cuando irrumpió la agorafobia, sin saber muy bien qué estaba ocurriendo. “Empecé a sufrir mareos, desmayos y vivía con una sensación constante de inseguridad y de miedo”, cuenta. Durante meses solo quería dormir para no sufrir, y el miedo a caerse al bajar las escaleras era tan intenso que apenas podía hacer vida en su propia casa.“Pasé cuatro meses prácticamente viviendo en el comedor. Necesitaba que alguien estuviera siempre cerca de mí, incluso para darme una ducha. Cada día era un infierno”, señala. Para ella lo más difícil ha sido la incomprensión y los prejuicios que encontró en su entorno ante lo que le estaba pasando. Su familia fue su salvavidas, sobre todo su madre, sus hijos y su hermana.Las asociaciones de pacientes pueden convertirse en un punto de apoyo. La Asociación Española de Ayuda Mutua contra Fobia Social y Trastornos de Ansiedad (AMTAES), ofrece una comunidad y recursos en los que apoyarse. Su presidente, Enrique Vargas, señala que las personas que llegan a la asociación suelen lidiar con la incomprensión social y allí encuentran un sitio seguro donde expresar lo que sienten. “El apoyo entre iguales suele ser una herramienta de ayuda muy útil para la recuperación de las personas afectadas”, señala Vargas. En AMTAES hacen encuentros y reuniones a través de una red de grupos de ayuda mutua.Águeda González, paciente.Santi Burgos“Pueden ser ayudados y al mismo tiempo pueden ayudar a otros, lo cual le da un nuevo sentido a sus vidas. Van a sentirse parte de un grupo, y personas más valiosas al poner sus experiencias personales a disposición de los demás. Y también mejoran en sus relaciones sociales”, cuenta. Vargas añade que es importante hacer visible esta realidad para que la sociedad entienda la dimensión del problema y que se pongan en marcha programas de atención psicológica especializada y gratuita por parte de las administraciones públicas.Una visibilidad que para Casado pasa por la divulgación, pero no de cualquier tipo. “La divulgación ha servido para que se puedan entender mejor estos trastornos, pero su simplificación y popularización por parte de personas que no son expertas también lleva en muchos casos a sobrediagnosticar este problema o incluso para infravalorarlo”, lamenta. Considera que esto puede saturar las consultas de casos de ansiedad más leves, y dejar sin recursos a aquellos que son más graves.Águeda González tardó mucho en saber lo que le pasaba. “El psiquiatra se limitaba a darme medicación y si ahora es difícil acceder a un psicólogo en la seguridad social, imagínate hace 35 años”, lamenta. Acudió a una consulta privada y consiguió avanzar un poco más, pero el miedo no acababa de desaparecer. Cuando nació su segunda hija, el pánico volvió a manifestarse con fuerza. Fue entonces cuando encontró la asociación AMADAG, gracias a la cual conoció a otras personas a las que la agorafobia les estaba condicionando la vida. “Iba a los grupos de apoyo. Un compañero de trabajo me acompañaba hasta allí porque no era capaz de ir sola y mi marido no podía faltar al trabajo para acompañarme. Luego él iba a buscarme. Y así estuvimos varios años. Hasta que conseguí ir y volver sola, y en metro”. Pasaron 10 años hasta que Águeda volvió a coger un metro sola.Más allá de la terapia cognitivo-conductualLa incertidumbre es la piedra de Sísifo para las personas con agorafobia. El cerebro del ser humano está programado para sobrevivir y una forma de controlar el entorno es la certidumbre. Pero las personas con ansiedad son, según Casado, más vulnerables a la incertidumbre. “Si te fijas, en realidad la ansiedad no es el problema, es el intento de solucionar la ansiedad, esa incertidumbre, lo que es el problema”. La evitación es una vía para huir de esa incertidumbre: si se evita la situación, no se siente lo que provoca esa situación: “Si cogemos el metro y sufrimos un ataque de pánico, vamos a evitar el metro para no volver a vivir esa sensación”.Según el experto, la terapia cognitivo-conductual es muy eficaz para tratar la agorafobia. En cuanto al trastorno en sí, y sus mecanismos de funcionamiento, considera que recursos como la terapia de exposición y el trabajo de diálogo emocional son especialmente útiles. Pero considera importante señalar que la mayoría de las veces, cuando una persona llega a consulta, no llega con un trastorno sino con un determinado estilo de vida. “Esto es lo difícil: enfrentarte a una forma de vida que la persona puede llevar décadas manteniendo y que le ha provocado este trastorno. El reto es poder cambiarlo”. Aquí, los recursos emocionales, económicos y familiares, así como un trabajo personal, juegan un papel protagonista para alcanzar ese cambio.Rubén Casado, psicólogo especializado en ansiedad.Santi BurgosÁgueda dice que ya casi no se acuerda de esos años en los que el miedo dominaba su vida. “Hace ya más de 17 años que descubrí que era posible empezar a vivir de nuevo”, dice. ¿Qué necesita una persona que sufre agorafobia? “Necesita comprensión y terapia para poder vencerla. Por muchos años que lleves con una vida limitada por el miedo, al final puedes conseguir olvidarte de él”, responde. Anna, que lanzó el podcast Agora sin miedo para compartir su experiencia y dar voz a otras personas que sufren agorafobia, aún está en ese proceso. “Aunque ya no vivo tan limitada como antes, estoy trabajando poco a poco en mis exposiciones y adaptando mi vida a mis nuevas circunstancias”, explica.Aunque ya no vive encerrada en la seguridad de su casa, algunos días todavía tiene miedo de salir a la calle o de estar en lugares concurridos. “La agorafobia no es algo que se cure de la noche a la mañana, pero estoy aprendiendo a manejarla mejor. Ahora no soy la misma Anna, pero estoy intentando ser una versión más consciente de lo que soy capaz de hacer”, concluye.

El complejo camino de la agorafobia: “Tras una vida limitada por el miedo, puedes conseguir olvidarte de él” | Salud y bienestar
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