¿Shakespeare o Marlowe? Stephen Greenblatt vacila un momento cuando se le entra así, de sopetón. “Shakespeare es el mejor escritor pero Marlowe tuvo una vida más extraordinaria, y le allanó el camino. Marlowe fue el Juan el Bautista de Shakespeare”. Greenblatt (Boston, 82 años), profesor de humanidades de la Universidad de Harvard, autor de obras tan importantes sobre el gran Willy como El espejo de un hombre, vida, obra y época de William Shakespeare o El tirano. Shakespeare y la política se lanza en El renacimiento oscuro, la turbulenta vida del gran rival de Shakespeare (Crítica, 2025) a trazar la biografía de Christopher Marlowe, para algunos el personaje más interesante de la Inglaterra isabelina y el hombre que desencadenó la gran explosión de la literatura en inglés. Marlowe, que tras una vida tumultuosa y salvaje (y al menos siete obras de teatro y unos poemas extraordinarios) murió asesinado a los 29 años de una puñalada en la cuenca del ojo en una taberna de Deptford en 1593, oficialmente por una riña a causa de la cuenta de la cena, fue agent provocateur, espía y aventurero y transgredió las normas sociales, religiosas y sexuales de su tiempo, en una época en que aunque la homosexualidad fuera relativamente habitual no estaba tolerada y vivirla significaba afrontar un riesgo continuo. Su Tamerlán el Grande, recalca Greenblatt, la historia del pastor turcomongol convertido en terror del mundo y dedicado a “azotar reinos con espada invicta”, fue la obra que sacudió y propulsó el teatro isabelino y con él a su coetáneo (nacieron en el mismo año, 1564) Shakespeare, dos meses menor. El historiador Stephen Greenblatt en una foto cedida por su editorial.El estudioso se declara “atrapado” por Marlowe y “bajo su hechizo”, algo que, confiesa con una sonrisa, “es poco corriente en alguien de mi edad”. Pero “es que su biografía es apasionante, muy distinta de la Shakespeare que puede parecer más aburguesada, más como la mía de hecho, con casa, esposa, tres hijos”. A diferencia de Marlowe, Shakespeare se libró de la cárcel en una época en que era fácil que te metieran en ella y también de la violencia consustancial a su tiempo. “Parece haber sido buena persona, le llamaban gentle Shakespeare, amable Shakespeare; nadie hubiera llamado gentle a Marlowe”. Para Greenblatt, Marlowe era como su contemporáneo italiano el pintor Caravaggio (1571-1610), “los dos tuvieron vidas agitadas y violentas, con problemas con la ley y fuera de las normas sociales imperantes”. Y recalca: “No son seres humanos ejemplares pero son fascinantes, ambos vivieron al límite, siempre al borde del abismo”. Más informaciónMarlowe “despertó el genio del Renacimiento inglés” y marcó el camino de Shakespeare, señala Greenblatt, “el propio Shakespeare lo reconoció. Incluso hay una cita literal de Marlowe en una obra de Shakespeare: cuando la pastora Febe de Como gustéis dice ‘who ever loved that loved not at first sight’, ¿quién amó que a primera vista no amara?, está citando un verso del poema Hero y Leandro de Marlowe”. En la misma obra hay además una referencia escalofriante del bufón Parragón a que “cuando no se entienden tus versos te quedas más muerto que cuando te traen una cuenta abusiva en una humilde taberna”. Es posible que Shakespeare reflejara al Marlowe real en el personaje del salvaje e imaginativo Mercutio de Romeo y Julieta. Puedes ver, dice Greenblatt, cómo Shakespeare observaba y aprendía de Marlowe. Tamerlán inspiró Tito Andrónico, al igual que El judío de Malta lo hizo con El mercader de Venecia o Eduardo II con Ricardo II. No era imitación, Shakespeare iba buscando la manera de ir más allá de Marlowe”. ¿Hay más sensibilidad en Shakespeare, se asomó mejor al alma humana? Greenblatt reflexiona: “En parte sí, pero no hay que olvidar que Marlowe escribió una obra tan conmovedora como La trágica historia del doctor Faustus, con gran carga emocional. Su equivalente en Shakespeare sería La tempestad. Ciertamente Marlowe tiene una vena de crueldad que no encuentras en Shakespeare. Shakespeare odiaba la crueldad. En ese sentido, Marlowe es más de nuestro tiempo. Cercano al teatro de la crueldad de Artaud, a Breaking Bad, a The Wire. Marlowe es el inventor de esa estética experimental de la modernidad. Adoro el humanismo de Shakespeare, su belleza. Pero Marlowe es muy de ahora. Vivimos en el mundo de Trump no en el de Abraham Lincoln”. Fermi Reixach (izquierda) y Josep Maria Flotats en el ‘Eduard II’ del Teatre Lliure dirigido por Lluís Pasqual.ROS RIBASGreenblatt advierte de que “no hay que escoger entre Shakespeare y Marlowe”, igual que, dice, no hay que hacerlo entre Calderón y Lope. “Son sensibilidades diferentes, Shakespeare es el gran artista pero hay algo muy poderoso en Marlowe”. De hecho, insiste, “creó la posibilidad de que existiera Shakespeare, que escuchaba en 1580 al personaje de Tamerlán y el poder de esa voz le despertó”.Pero Shakespeare escribió Hamlet y Marlowe no. “Encontramos cosas parecidas en el Fausto, momentos de sabor existencialista como cuando el protagonista le cuestiona a Mefistófeles que se le aparezca fuera del infierno si está condenado a permanecer allí y el demonio le responde que nunca está fuera de él, al estar privado de la faz de Dios, es decir que el mundo entero es el infierno”.Greenblatt reconoce que hay muchas lagunas en la vida de Marlowe, del que no se conservan cartas, diarios o manuscritos de su puño y letra, y solo una supuesta imagen suya (un retrato anónimo de 1585, descubierto en el Corpus Christi College de Cambridge en 1952). “Venía de una clase social que no dejaba rastro, en el siglo XVI no había mucho interés en la vida del hijo de un zapatero. Tenemos información de Marlowe porque las autoridades estaban preocupadas por él. Le espiaban. Pero eso no llena los muchos agujeros negros. La biografía está plena de ‘pudiera’ y ‘es probable que’, de especulación. Es imprescindible en un libro así. El mayor misterio es ¿qué hacía Marlowe en realidad para el servicio secreto de la Corona inglesa? En todo caso era algo suficientemente importante como para que las autoridades influyeran en que se le diera el título de Master of arts —doctorado— de la Universidad de Cambidge que se le negaba. El servicio que realizó a su país debió ser muy importante”. El estudioso dice muy sugerentemente que nos movemos en un mundo “digno de Javier Marías”, de una gran complejidad. “¿A quién servía esta persona? No podemos estar seguros. Los personajes de Javier Marías exploran maravillosamente esa situación ambigua”. Se ha debatido mucho sobre si Shakespeare y Marlowe llegaron a conocerse personalmente (aparte de la teoría, a la que obviamente Greenblatt no da crédito, de que fueran la misma persona). “Es posible que no se llegaran a conocer, no tenemos evidencia segura de lo contrario, pero tendría que haber sido como en una comedia de enredo: que cada vez que uno entrara en una habitación el otro saliera, porque la verdad es que sus vidas coincidieron mucho. Está bastante claro que colaboraron en el Enrique VI de Shakespeare”.Producción del ‘Fausto’ de Marlowe en el teatro Globe“Marlowe”, continúa Greenblatt, “es más maduro que Shakespeare y tiene más formación, fue a la universidad y Shakespeare no. Tuvo éxito con su Tamerlán antes que Shakespeare. Si Shakespeare hubiera muerto en 1593 como Marlowe no hablaríamos de él como lo hacemos. Marlowe escribió en rápida sucesión una serie de obras extraordinarias, los éxitos de Shakespeare son todos de después de la muerte de Marlowe”. Shakespeare fue actor y Marlowe no. “Sí, y dueño en parte de una compañía, y escritor principal de esa compañía. Estaba más involucrado en el proceso teatral completo, lo que le daba muchas ventajas, entendía muy bien el mecanismo del teatro; Marlowe por la posición social que había alcanzado, de erudito y caballero, no podía implicarse igual”.¿En qué es diferente ver una obra de Shakespeare o de Marlowe? “He visto bastantes obras de Marlowe, El judío de Malta, Eduardo II, Fausto. Marlowe provoca una especie de risa cínica y profunda, fría pero liberadora. No es extraño que Bertolt Brecht adaptara y reelaborara en 1924 su Eduardo II: tiene esa distancia peculiar y ese efecto de alienación que buscaba Brecht. Shakespeare intentó hacer eso en Troilo y Cresida pero fue un fracaso”. Sea como sea, Greenblatt insiste en que Marlowe tenía la misma capacidad de Shakespare de lograr una gran altura emocional pero lo suyo era perturbar, agitar, sacudir, “no trataba de llegar al corazón como Shakespeare”. Solo al final de su vida, dice, con Hero y Leandro llegó allí, “posiblemente al aceptar el amor y celebrarlo, pero no es típico de él”.¿Qué hubiera pasado de no haber muerto Marlowe prematuramente? (Shakespeare le sobrevivió 23 años, hasta los 52). “Es increíble en Marlowe que cada obra, de Dido, reina de Cartago a La masacre de París, era diferente de la anterior, como si estuviera en busca permanentemente de algo nuevo. Posiblemente hubiera seguido explorando nuevos territorios. Su impulso era coger un martillo y romper lo que tenía delante. No sabemos a qué hubiera llegado. Shakespeare era extraordinario, el mejor, pero volvía una y otra vez a los mismos temas y fórmulas. Marlowe iba siempre al límite, al borde del precipicio. Shakespeare, aunque compartían con él lo que diríamos experiencias y deseos queer, era claramente más prudente. Sus Sonetos sugieren una vida tan no normativa como la de Marlowe pero llevada de una manera más cautelosa. Tiene poemas a un hombre joven pero dice que el amor no es físico. Marlowe en cambio, por los informes sobre él que se conservan, había llegado a insinuar que Jesucristo era gay y amante de san Juan”. Y recalca el estudioso: “Eso no lo decías en la Inglaterra del XVI si querías tener una vida tranquila”.Greenblatt cree que Marlowe se acercó mucho en Fausto a escribir sobre su propia vida y su propio pacto fáustico (“el verbo condenarse no me asusta”) y que en esa obra “podemos casi tocar el mundo real en el que vivía”. De las razones de la gran explosión creativa isabelina, el estudioso, que traza una pintura muy realista y sombría de la época, con ejecuciones públicas a diario, peleas de animales, oleadas de conspiraciones y una gran agitación religiosa, dice que “hubo cosas que estaban sucediendo por debajo de la superficie y brotaron súbitamente. Marlowe, imprudente, audaz, desaprensivo, transgresor, destructivo, lleno de una feroz energía, es el gran símbolo de esa emergencia volcánica, haciendo añicos el muro que contenía todo y provocando que desbordara la creatividad. Hizo posible escribir de un modo nuevo sobre la ambición, la codicia o el deseo. Shakespeare y otros aprovecharon ese impulso temerario casi suicida de Marlowe y literalmente avanzaron por encima de su cadáver”.A Greenblatt le consultaron cuando surgió el proyecto de hacer la película de 1998 Shakespeare enamorado (en la que aparece por cierto Marlowe interpretado en un cameo por Rupert Everett), y él contestó que por qué no hacían mejor un filme sobre Marlowe en vez de sobre Shakespeare. “Se rieron, consideraron que no iba a funcionar una película sobre una vida tan complicada como la de Marlowe”. Finalmente, “disfruté mucho de Shakespeare enamorado, una película dulce y efectiva, prueba del talento de Marc Norman y Tom Stoppard”. En todo caso, dice que prefiere producciones sobre la época más oscuras como la miniserie Woolf hall, sobre la vida de Thomas Cronwell.Sobre qué es lo más Marlowe en Shakespeare, Greenblatt apunta que Hamlet está muy en contacto con el mundo del primero y señala la escena en que manda a sus viejos amigos Rosencrantz y Guildenstern a la muerte sin temblarle el pulso y sin remordimiento alguno en un juego de espionaje con cambio de cartas que le parece “muy marlowiano”. ¿Fue la muerte de Marlowe un crimen de Estado? “No lo sabemos. Gente muy seria piensa que lo del informe oficial, la riña por la cuenta de la cena, es cierto. Pero yo no lo creo. Sabemos que por entonces las autoridades estaban recopilando información comprometedora sobre Marlowe, con acusaciones graves. Los tres hombres que compartieron aquella cena con Marlowe estaban todos conectados con los servicios secretos. Eran personas muy peligrosas. No parece haber sido una casualidad”. Greenblatt opina que es muy posible que el asesinato de Marlowe se decidiera al más alto nivel. “Hablé con un jefe del MI6 y me dijo que desde su perspectiva la muerte de Marlowe fue la clásica eliminación de un agente que ya no es de valor desde el punto de vista de la agencia que lo reclutó. Tenían un problema con él porque era un personaje salvaje, peligroso y brillante y ya no les era de utilidad. Se había convertido en un activo tóxico. Y decidieron enterrarlo”.

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