Nadie pone en duda la valentía de los pilotos de Fórmula 1, aunque hay veces que uno se llega a plantear si son ellos los más intrépidos del paddock, sobre todo al escuchar según qué sentencias. Hay una, muy de moda en la época en la que Fernando Alonso vestía el mono de Ferrari, recuperada por alguno recientemente y que gira alrededor del músculo comercial de la Scuderia. “Ferrari es una de las mayores maniobras en la historia del marketing, porque arrastra una legión de adeptos brutal en todo el mundo gracias al relato de éxito que ha creado, pero que ya no se sostiene”, se oye de nuevo en los corrillos. Por más atrevido que suene, a uno se le hace difícil rebatir este punto de vista si tenemos en cuenta que el último título de la escudería data de 2007 y que fue aquel que se llevó Kimi Raikkonen gracias a la lucha fratricida que mantuvieron Fernando Alonso y Lewis Hamilton, en el primer año de ambos en McLaren. Desde entonces han ganado todas las estructuras que se pueden catalogar actualmente como grandes (McLaren, Red Bull y Mercedes) y también alguna que apareció como outsider, como Brown GP (2009). Ferrari lo tuvo a tiro en 2010 y en 2012, en ambos casos con Alonso, para después precipitarse al vacío, en una caída que ni la llegada de Hamilton ha logrado detener.Precisamente John Elkann, el presidente de la compañía de coches más universal que existe, sacó el látigo este lunes, después del doble abandono del británico y de Charles Leclerc en Interlagos, el pasado domingo. La tropa de Maranello llegó a Brasil con la intención de consolidar la segunda posición en la tabla reservada a los constructores, y se fue de allí el cuarto, tras el adelantamiento de Mercedes y de Red Bull. El gatillazo colmó la paciencia de Elkann, el principal artífice de la incorporación de Hamilton, que también recibió una zurra. Para terminar de despertar a la bestia, al multicampeón, además, no se le ocurrió otra cosa que definir como “una pesadilla”, su primer curso en los bólidos de rojos. “Llevo un tiempo viviendo esto. El contraste entre el sueño de pilotar para este equipo tan increíble, y la pesadilla de los resultados que he obtenido”, lamentó el de Stevenage, después de retirarse en Brasil, tras un toque en la salida.“Tenemos un coche que ha mejorado, ingenieros que trabajan incansablemente y mecánicos que podrían ganar el campeonato por su rendimiento. Pero el resto no está al nivel. Nuestros pilotos deben hablar menos y centrarse en conducir”, soltó Elkann, en Sky Italia, sin anestesia. El ejecutivo no suele aparecer mucho por los circuitos ni prodigarse en declaraciones, pero cuando lo hace, es para marcar territorio. Y esta vez apuntó directamente a Leclerc, el niño dorado de la casa, y a Hamilton, el galáctico fichado con la misión de reflotar el imperio. Ninguno de ellos ha conseguido un triunfo en lo que va de temporada, pero los siete podios del monegasco, quinto en la clasificación y autor de la pole en Hungría, contrastan con el rosco de su vecino, que es el sexto. El directivo, además, emergió justo cuando Ferrari acababa de sellar los dos títulos, el de constructores y el de pilotos, en el certamen de resistencia (WEC).No es habitual que en Ferrari se critique abiertamente a sus empleados más reconocibles. La liturgia manda protegerlos, envolverlos en ese halo casi místico que siempre ha rodeado a Il Cavallino. Pero los tiempos han cambiado. Elkann, nieto de Gianni Agnelli y representante de una generación más fría y menos romántica, opta por una sinceridad empresarial antes que por la retórica de Enzo Ferrari, el fundador. Sus palabras pueden interpretarse como una mezcla de decepción y advertencia. “Hablen menos”, remarcó. El manifiesto del ejecutivo es un arma de doble filo. Bien puede despertar una reacción de orgullo, o romper definitivamente el vínculo emocional entre los corredores y el equipo. En Ferrari, la línea entre una cosa y la otra es siempre finísima. Si algo enseña su historia es que de las crisis nacen sus mejores resurrecciones. Elkann ha encendido una mecha. Ahora está por ver si ilumina el camino o si prende fuego a la casa.

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