En 1939, cuando el mundo se preparaba para hundirse en el caos de la Segunda Guerra Mundial, un pequeño país helado resistió la embestida del gigante soviético. Tres millones de finlandeses frente a 171 millones de rusos. Ciento cinco días de combate a cincuenta grados bajo cero. Esa historia olvidada es la que rescata Olivier Norek (Toulouse, 50 años), antiguo policía y autor de novelas negras, en Los soldados de invierno (Grijalbo), que ha vendido ya más de 300.000 ejemplares en Francia. Su nueva obra no solo revive la llamada Guerra de Invierno, sino que la convierte en espejo del presente con la actual agresión de Putin. “No quería escribir sobre la guerra de Ucrania”, dice el autor, de visita en Madrid. “Pero sí quería entenderla. Y para entenderla pensé que debía contar una guerra de un siglo antes. Porque la historia olvidada está condenada a repetirse”.Todo empezó, cuenta, una mañana cualquiera de 2022, escuchando la radio. “Oí a Vladimir Putin amenazarnos con un invierno nuclear. En 2022, nadie estaba preparado para eso. Yo tampoco. Y cuando tengo miedo, investigo. Quería comprender un siglo de relaciones entre Rusia y el resto del mundo, descubrir si el pasado podía darme las armas intelectuales para entender el mañana”. En ese viaje por la historia, Norek se topó con un episodio casi mítico: la guerra que enfrentó a la Unión Soviética con Finlandia entre 1939 y 1940. “Me encontré con 105 días a menos 51 grados, y con un ejército gigantesco intentando someter a un país diminuto… y fracasando. Y en el centro, un hombre: Simo Häyhä, un granjero de metro cincuenta y dos, con rostro de ángel y puntería letal, que se convirtió en la pesadilla de Rusia. Un héroe improbable. Cuando uno se cruza con una historia así, sabe que tiene que contarla”.La muerte blancaSimo Häyhä, conocido como La Muerte Blanca, es una figura tan legendaria como esquiva. Sus hazañas —más de 500 bajas confirmadas como francotirador— lo convirtieron en un mito viviente, pero él jamás habló de ello. “Simo era un hombre de pocas palabras”, explica Norek. “Dio una sola entrevista a un periódico alemán. Así que decidí respetar su silencio: en mi novela no habla. Solo se le oye cuando describe su fusil. Todo lo demás lo contamos a través de los ojos de quienes lo rodean: sus compañeros, sus superiores, los soldados que lo temían. Esa fue mi manera de conservar el misterio”.En tiempos de exhibicionismo y ruido, ¿no resulta casi revolucionario un héroe silencioso? “Simo no quería ser un héroe. Era un campesino que solo quería cuidar su granja. Pero cuando le dijeron que Rusia iba a atacar su país, dejó su vida y tomó el rifle. Antes cazaba lobos; luego tuvo que enfrentarse a hombres. Y en esa transformación se sublimó. Es lo que buscamos los escritores en nuestros personajes: alguien que no estaba preparado, que no tiene las armas adecuadas, pero que se enfrenta a la misión porque su causa es justa. Uno no escoge ser un héroe, se convierte en uno a través de los ojos de los demás”.Imagen de la Guerra de Invierno, en 1939.Sovfoto (Universal Images Group via Getty Images)Cuando la guerra terminó, Häyhä volvió a su granja. “Compró una vaca, un caballo y un viejo escarabajo amarillo. Rechazó a los periodistas. Vivió en silencio. Solo aceptaba, una vez al año, que un hombre llamara a su puerta para cazar con él. Ese hombre era el presidente de Finlandia”.La sublimación de un paísPara Norek, la grandeza de Los soldados de invierno no está solo en su protagonista, sino en la colectividad. “No solo se sublimó Simo. Se sublimó todo un país: las mujeres que cosían uniformes, los jóvenes que iban al frente, los ancianos que defendían los pueblos. Cuando tienes una causa justa, todo lo demás deja de importar”. Esa idea atraviesa el libro y también el pensamiento de Norek. “Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania atacó Rusia, los soviéticos resistieron porque tenían una causa justa. Pero cuando atacaron Finlandia, no lo consiguieron, porque su causa era injusta. La justicia o la injusticia de una causa determina la fuerza interior de quienes la defienden. Cuando uno lucha por amor, por su tierra, por su gente, es casi indestructible”.La novela de Norek, sin embargo, dedica mucho espacio a los rusos. “Para mí era esencial no deshumanizar al enemigo. Al principio del libro hablo de la sangre derramada: no la sangre finlandesa, sino la de ambos bandos. En un momento, un soldado cae, quiere girarse, pero sabe que si lo hace lo fusilarán sus propios compañeros. Se arrodilla, mira al cielo y reza. En ese instante, no importa de qué lado venga la bala. Si el lector no sabe si es ruso o finlandés, entonces lo he hecho bien. Porque en el fondo eran todos jóvenes, hermanos, primos, muchachos que no decidieron esa guerra. Los que mandan nunca envían a sus hijos al frente. Esa es la tragedia universal”.El frío no es solo escenario, sino espíritu de la narración. “Quería contar la guerra, la violencia y la muerte de forma poética. El invierno, porque es blanco, porque la nieve es una pantalla de cine o una página en blanco, permite contarlo todo. La nieve absorbe la sangre y se vuelve roja. Es un personaje más, un espejo del alma. Y, además, su blancura invita a la poesía. El horror solo puede contarse con belleza, o no se soporta”.Realidad y ficciónAunque Los soldados de invierno está sustentada en hechos reales, Norek insiste en que su mirada es la de un narrador, no la de un historiador. “He escrito un libro de historia con el alma de mis novelas negras. No inventé nada, no añadí actos heroicos, todo lo que cuento es cierto. Solo cambié la forma de contarlo. Porque para un novelista lo esencial es lo humano: los personajes, las emociones. Puedes tener los mejores giros, pero sin emociones no hay historia”. Uno de los descubrimientos que más le impactó durante la investigación tenía que ver con el lado humano y fue una estrategia insólita del general Mannerheim, el comandante en jefe finlandés durante la guerra. “Decidió que cada aldea formaría una unidad de combate. Parece simple, pero fue decisivo. A tu izquierda estaba tu hermano, a la derecha tu mejor amigo, delante tu primo. Así nadie huía. No luchaban por un concepto abstracto, sino por quienes amaban. Fue la primera guerra que se ganó gracias al amor”.Los soldados de invierno no es solo una novela histórica, sino un espejo moral. “Quiero que el lector recuerde que las guerras se repiten cuando olvidamos. Hoy, en Ucrania, pasa lo mismo. El primer año sentimos emoción, el segundo mandamos armas, el tercero empezamos a cansarnos. Y el cuarto, cuando oímos ‘Ucrania’, mucha gente bosteza. Pero no es solo Ucrania lo que se defiende, es Europa. Si cae Ucrania, si Finlandia es atacada, todos tenemos un problema”. Por eso, el autor insiste en que la diplomacia debe llegar hasta el final: “Cuando las palabras desaparecen, llega la violencia. Todavía estamos a tiempo de debatir, de hablar. Pero si esa chispa se enciende, nos incendiará a todos. Nunca hemos estado tan cerca de una Tercera Guerra Mundial”.
Guerra, nieve y el mejor francotirador de la historia: la novela superventas que rescata la épica olvidada de Finlandia contra la URSS | Cultura
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