La fiebre amarilla golpea a Sudamérica como hacía décadas que no lo hacía. Desde la segunda mitad del año pasado, seis países del continente —Colombia, Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador y Guyana— han registrado un inusual incremento del número de casos y fallecidos, lo que ha llevado a la Organización Panamericana de Salud (OPS) a declarar una alerta epidemiológica para intentar contener la expansión de la enfermedad.Hasta el pasado 11 de julio, un total de 134 personas han fallecido entre los 320 casos confirmados por la OPS, aunque la cifra de afectados es con seguridad mayor debido a problemas de notificación y en el diagnóstico de pacientes menos graves. Colombia, con 120 casos y 51 fallecidos, es el país más golpeado por la enfermedad. Le sigue Brasil (118 casos y 48 fallecidos), Perú (57 y 22), Bolivia (12 y 5), Ecuador (10 y 8) y Guyana (tres casos y ningún fallecido). “Estamos ante una situación complicada porque los brotes no se reducen a uno o dos departamentos, sino que ha habido casos confirmados en 10 zonas del país, con Tolima como la más afectada”, explica Wilmer Ernesto Villamil Gómez, presidente del Comité de Medicina Tropical de la Asociación Colombiana de Infectología e investigador de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla. Hace más de 20 años que Colombia no registraba tantos casos de fiebre amarilla.Juan Carlos Celis Salinas, médico especialista en enfermedades tropicales del Hospital Regional de Loreto, expone una visión parecida desde Perú: “Es cierto que cada cierto tiempo el país sufría brotes, pero eran pequeños y esporádicos. Ahora es diferente porque los casos han aumentado bruscamente y lo han hecho en zonas de difícil control y con una intensa movilidad de personas. Se trata de áreas fronterizas en la selva donde está muy presente el narcotráfico y la minería ilegal de oro”.La fiebre amarilla está causada por un virus que transmiten los mosquitos y en este brote está registrando una letalidad que supera el 41%, según los datos oficiales. No existe un tratamiento específico contra la infección, aunque esta es prevenible mediante la vacunación.La enfermedad tiende a manisfestarse en dos fases, explica María Velasco Arribas, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). “Los síntomas iniciales, aunque intensos, pueden ser inespecíficos: fiebre, dolores musculares y de cabeza, náuseas… Pueden durar una semana y la mayoría de pacientes se restablecerá completamente después de ellos. Pero una parte de ellos, tras unos días de aparente mejoría, evolucionará hacia una segunda fase, más grave y con una elevada mortalidad”, afirma. En estos casos, el paciente desarrolla hemorragias, fallo renal y daños hepáticos, que son los que dieron nombre a la infección por el color que adquiere la piel de los enfermos.El virus de la fiebre amarilla circula de forma natural en el llamado “ciclo selvático” entre primates no humanos y mosquitos, desde donde puede saltar al ser humano de forma más o menos habitual en casos esporádicos y pequeños brotes. El gran riesgo es que alguien infectado se traslade a áreas densamente pobladas y dé lugar al “ciclo urbano” de la enfermedad, en el que el patógeno pasa a circular de forma intensa entre mosquitos y personas.“Esto no ha llegado a ocurrir todavía, pero hay que estar vigilantes porque el virus cada vez está más cerca de las zonas pobladas. Esto se debe a la destrucción de los ecosistemas naturales y a la presencia en ellos de personas sin control, lo que favorece que el virus, el vector [los mosquitos] y el ser humano entren en contacto y se produzcan brotes”, sostiene Celis Salinas. Este se felicita, sin embargo, de que el número de nuevos diagnósticos en Perú ha empezado a descender en las últimas semanas.En sus comunicaciones, la OPS —que actúa en el continente americano como oficina regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS)— se ha mostrado preocupada porque el virus haya desbordado las zonas en las que circula de forma endémica, las tierras bajas amazónicas, y se haya hecho presente en algunas zonas periurbanas y montañosas. “La detección de casos relacionados a transmisión selvática [pero] próximos a centros urbanos aumenta el riesgo [de que se produzcan] brotes urbanos”, alertó la OPS en su primera alerta, lanzada el pasado 31 de mayo. En sus documenbtos, este organismo destaca que el aumento inicial de casos producido el año pasado “se relaciona a la reactivación periódica del ciclo de transmisión selvático en la cuenca del Amazonas, que es un fenómeno esperado”. Desde allí, sin embargo, la presencia del virus ha alcanzado zonas más cercanas a grandes centros de población como Tolima, a unos 100 kilómetros de la capital colombiana (Bogotá) y los Estados de São Paulo y Minas Gerais, en Brasil. En estas zonas el virus había estado presente en el pasado, pero la OPS destaca que en en los últimos años no había habido “reportes de casos, incluso durante varias décadas”. En su evaluación de la situación la OPS ha clasificado “el riesgo general para la salud pública en las Américas como alto” teniendo en cuenta factores como ”el aumento del número de casos, las altas tasas de letalidad y la propagación a zonas que antes no estaban afectadas”.La situación en Sudamérica ha tenido su impacto en los centros de vacunación internacional españoles, un hecho que adquiere especial relevancia en un momento en que millones de personas están a punto de iniciar sus vacaciones de agosto y el continente es uno de los destinos turísticos relevantes.“Países como Colombia han adoptado medidas de control como exigir la vacunación frente a la fiebre amarilla de todas las personas que quieran visitar parques naturales como el de Tayrona. Esto ha hecho que muchas más personas de lo habitual vengan a buscar información y a vacunarse”, explica Fernando de la Calle Prieto, facultativo de la Unidad de Patología Importada del hospital de referencia nacional Carlos III-La Paz de Madrid.Manuel Linares Rufo, presidente de la Fundación iO —especializada en enfermedades tropicales y la salud del viajero— recomienda informarse con detalle de la situación en los destinos a los que tenga previsto viajar este verano y no dudar “en vacunarse si ha habido en ellos casos de fiebre amarilla, dado que se trata de una enfermedad potencialmente mortal pero fácilmente prevenible”.La vacuna, recuerda, se administra con una sola dosis y el organismo desarrolla inmunidad frente a la enfermedad en aproximadamente una semana. En personas sanas, la protección durará toda la vida. Al tratarse de una vacuna con un virus vivo atenuado, hay algunos colectivos en los que esta no puede administrarse o, antes de hacerlo, deben evaluarse con atención los riesgos y beneficios. Se trata de personas con algun problema de inmunológico, mayores de 65 años y mujeres embarazadas.

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