Johana Chávez entró esta semana a su primera jornada de salud en la cárcel. Es optómetra desde hace ocho años, y aunque a la par de atender su consultorio ha venido participando en jornadas de servicio social con niños y mujeres de localidades como Ciudad Bolívar, nunca había podido brindarle un diagnóstico visual a un preso.La brigada de la que hizo parte se llevó a cabo en la cárcel de mujeres El Buen Pastor, de Bogotá, que tiene a 1.746 mujeres privadas de la libertad, con un hacinamiento del 40,1 por ciento, una cifra mucho más elevada que el promedio general en las cárceles que maneja el Inpec. Jornadas como la que hizo Johana también las han venido haciendo otras doctoras como Camila Novoa, una odontóloga que le ha apostado a mejorar la salud oral de mujeres como Isabel Bolaños, quien tiene 67 años y lleva más de 12 en prisión. Isabel fue integrante de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), y varios años padeció una enfermedad periodontal severa que Camila le ayudó a tratar.También está la dermatóloga Ana María Lozano. Sus ayudas en las cárceles empezaron hace más o menos ocho años en La Picaleña, ubicada en Ibagué, donde ella tiene su consultorio principal orientado a la dermatología estética. Ahora que vive en Bogotá, suele ir cada 15 días a El Buen Pastor, donde ha visto que el estrés, el hacinamiento y las precarias condiciones de vida en prisión generan delicadas afectaciones a la piel.Para alivianar esas afectaciones a la salud, coinciden en que se necesita de la mano de muchos otros especialistas y profesionales de la salud que quieran darles una mano a las personas privadas de su libertad que, si bien reconocen que han cometido delitos, son seres humanos a los que el sistema de salud poca atención les ha prestado. La labor en las cárceles la han venido prestando con el apoyo de la Fundación Acción Interna, liderada por la actriz y presentadora Johana Bahamón, la cual les ha ayudado con los permisos y las herramientas para poder ingresar sus instrumentos médicos y medicamentos.Las internas de El Buen Pastor en uno de los patios de la cárcel. Foto:Julián Ríos Monroy. EL TIEMPOEL TIEMPO habló con Johana, Camila y Ana María sobre su trabajo, sus expectativas de las jornadas y los retos que tiene el sistema penitenciario para brindarle una buena salud a la población carcelaria.’Debemos meternos en la labor social’: Chávez¿Cómo comenzó su labor social?Tengo 36 años, soy de Bogotá, mi familia está conformada por mi esposo, mi hijo y un perrito. Soy optómetra, aspirante a magíster en Salud Pública. He hecho labor social para fundaciones de niños para hacer donaciones, sobre todo de gafas. El año pasado hice una brigada en La Guajira, donde atendimos aproximadamente a 150 niños; dimos ayudas visuales a la comunidad wayúu con la ayuda de amigos y colegas.¿Cómo es su día a día como optómetra?Vivo en Timiza, tengo un consultorio ubicado en Bosa, más o menos hace ocho años. Soy independiente. Mi óptica se llama Optometría Integral Altavisión.¿Cómo da con Acción Interna para ayudar en cárceles?Llegué a la fundación porque estaba buscando ingresar a una cárcel para poder hacer una donación de gafas, sobre todo a mujeres, ya que su situación está muy ligada al tema de los niños. Vamos a realizar un examen completo de optometría; la idea es diagnosticar los defectos visuales que tienen y poder hacer la entrega de las gafas a las personas que lo requieran, así como dar otro tipo de tratamientos, como gotas o lubricantes. También se podrá hacer la remisión a otros especialistas, aunque sé que eso es un poco difícil.Johana Chávez, optómetra. Foto:Milton Díaz/El Tiempo¿Son varias visitas?Iniciamos con la mitad de las personas, y al mes continuamos con la otra mitad.Doctora, ¿y piensa ir a otras cárceles?Inicialmente a El Buen Pastor, la idea es llegar a 200 personas, para después continuar y tratar de abarcar un mayor número de pacientes.¿Qué expectativas tiene?En el momento en que decidí vincularme al tema social, debo entender que no debo ver a quién le hago el bien. Mi idea con la brigada en la cárcel es dignificarles algo. Independientemente de los hechos, son seres humanos. Y si mejoramos su salud visual, va a hacer que ellos se sientan útiles.Patio de El Buen Pastor. Foto:Julián Ríos Monroy. EL TIEMPO¿Pasó algo en especial que la llevó a pensar en estas actividades?Sí, tuve un tema de salud un poco fuerte en el que estuve entre la vida y la muerte. En ese momento entendí y decidí que mi vida no podía estar únicamente detrás de un consultorio, que mi vida tenía que ser diferente. Entiendo día a día que tengo que hacerlo porque sé que hay personas que necesitan de mí, que puedo ser un puente. Eso fue más o menos entre cinco y seis años.¿Se puede saber qué fue?Sí, claro. Estuve embarazada y se me reventó una trompa de falopio; el embarazo no se completó. Perdí bastante sangre y me fui a la clínica en unas condiciones bastante difíciles. El pronóstico era reservado, estuve en UCI, y la recuperación fue lenta. Los doctores me llamaban ‘el milagro’, y a través de esa experiencia vi algo impactante para mi vida. Ahora esto es lo que me llena, me hace feliz.¿Qué mensaje envía a sus compañeros de profesión?Mi llamado es que entendamos que tenemos un compromiso social y que un profesional de la salud debe involucrarse en la labor social no remunerada. Ocasionalmente logramos entender que tenemos una profesión únicamente para generar una ayuda económica, pero con mi experiencia he entendido que genera un poco más de satisfacción cuando se hacen las cosas de corazón, cuando las personas necesitan algo. A través de eso podemos transformar vidas y a la sociedad. Los invito a que nos unamos, porque es muy duro trabajar solo.La cárcel tiene cerca de un 40 por ciento de hacinamiento. Foto:Milton Diaz / El Tiempo’La gente en la cárcel es más tranquila’: Lozano¿Cuándo empezaron sus ayudas a internos?Soy dermatóloga, y hace ocho años hacía jornadas en La Picaleña (Ibagué), mi clínica de base queda allá. Iba sobre todo al pabellón donde están las mamás, porque las dejan quedarse con sus niños, les hacía los cuidados dermatológicos. Llegué a La Picaleña porque la mamá de un amigo trabajaba allá y me dijo que veía muchas enfermedades de la piel. Hacía esas jornadas cada mes. Hace dos años y medio llegué a Bogotá, empecé a escribir a Acción Interna porque se simplificaban las cosas. Ellos aceptaron, tramitaron todo y me empezaron a llevar los jueves.¿Cómo son esos encuentros?Hacemos jornadas cada 15 días, de 8 de la mañana a la 1 de la tarde, y atendemos a todas las pacientes que sientan que tienen un problema dermatológico. Ya sabemos cuáles son las enfermedades más frecuentes, entonces llevamos medicamentos. Llevo las cosas básicas. En temas graves, hacemos la remisión directa al dermatólogo, así las reclusas se pueden saltar el paso de empezar de cero.¿Cómo es la atención?Voy con una o dos personas de Acción Interna, pero nos apoyamos con la enfermera jefe, la médica y una auxiliar. Son ellas las que organizan la agenda, y yo atiendo a todas las que tengan durante el día.Ana María Lozano, dermatóloga en jornada en El Buen Pastor. Foto:Fundación Acción Interna¿Y qué problemas son los que más aquejan a las internas?Las dermatitis seborreicas, enfermedades que se dan por estrés; también la pediculosis, que son los piojos. Por las características del lugar, están en hacinamiento; el acné, la rosácea y los ácaros.El estrés está ligado a esa situación en la piel…Las enfermedades de la piel están demasiado cercanas a las emociones, la gente no tiene en cuenta eso.¿Qué le cuentan en la consulta?Es la parte triste porque no hay mucho tiempo, y al final llegan las que no tienen cita. Todo el personal que está en las cárceles carga un estrés muy grande. Me cuentan que están ahí por algo que no hicieron y que por eso se les cae el cabello, eso es una alopecia.Ana María Lozano, dermatóloga. Foto:Néstor Gómez/El Tiempo¿Cuál relato la impactó?Una paciente con una dermatitis terrible que no se mejoraba, con una caída de pelo importante. Lleva 14 años recluida, tiene una condena como de 26 años. Ella me contó sus tristezas y que sus hijos no la habían ido a visitar en seis años. Volví a verla en mejores condiciones solo porque uno de sus hijos pudo visitarla. Fue impactante. Hubo mejoría en su cara, en su piel.¿Y lo más difícil?Hay una paciente con muchas enfermedades de transmisión sexual, con una historia de vida muy dolorosa, una mujer joven. Le toca a uno el corazón porque cometió un delito, pero en unas condiciones que digo: tal vez cualquiera lo hubiera cometido. Han pasado por tanto, les ha tocado tan duro… Uno nunca justifica el delito, pero me pongo en sus zapatos.¿Cómo sale de esas jornadas?Impactada y muy agradecida. La historia de vida de muchas de las personas que están allá es extremadamente difícil. La gente en la cárcel es mucho más tranquila, allá todos somos iguales. ¿Qué contrastes nota entre el consultorio y la cárcel?En la cárcel trabajamos con lo que tenemos, y en el consultorio todo es un lujo. Uno hace cualquier cosa por la paciente que está en la cárcel y está absolutamente feliz. Uno lleva una crema que les va a quitar el prurito, la rasquiña, y eso hace un cambio total en poder dormir.¿Qué les dice a otros especialistas?Ir a la cárcel y regalar una mañana de trabajo me llena de satisfacción. De algo estoy segura, y es que se necesitan muchísimas manos; es muy demorado que les llegue una ayuda… no tiene que ser cada semana, puede ser cada tres meses.Ana María Lozano, dermatóloga en jornada en El Buen Pastor. Foto:Fundación Acción Interna’Muchas llevan años con problemas dentales’: Novoa¿De dónde nació esa idea de querer ayudar a internas?Todo comenzó gracias a Johana Bahamón, quien era mi paciente y, en nuestras conversaciones, me compartió el trabajo que realizaba con la población carcelaria. A medida que conocía más sobre su labor y el impacto que tenía en la vida de muchas personas privadas de la libertad, me di cuenta de lo limitado que era su acceso a la salud oral. La sonrisa es mucho más que una cuestión estética; es una herramienta de comunicación, de confianza y de dignidad. Saber que, desde mi profesión, podía contribuir a mejorar la calidad de vida de estas mujeres fue lo que me impulsó a involucrarme en esta causa.¿Cómo se contactó con la Fundación?Mi contacto con la Fundación Acción Interna se dio de manera muy natural, a través de Johana. En una consulta, ella me contó sobre los programas de la fundación y las diferentes formas en las que buscaban brindar segundas oportunidades a las personas privadas de la libertad. Me conmovió su compromiso y su entrega, y sentí que era una oportunidad perfecta para sumar desde mi especialidad. A partir de ahí, coordinamos la primera jornada odontológica, que fue el inicio de un trabajo que hemos venido fortaleciendo con el tiempo.Camila Novoa, odontóloga en jornada en El Buen Pastor. Foto:Fundación Acción Interna¿Hace cuánto está yendo a jornadas y en qué consisten sus atenciones a ellas?Desde hace varios meses hemos llevado a cabo jornadas odontológicas dentro de la cárcel, con un equipo comprometido en brindar atención integral a las internas. Nuestro trabajo comienza con un diagnóstico detallado de cada paciente, seguido de tratamientos que pueden ir desde limpiezas y restauraciones hasta procedimientos más complejos como rehabilitaciones orales. Cada caso es diferente, pero el objetivo es el mismo: mejorar su salud oral y, con ello, su bienestar general.¿Qué problemas bucales mayoritariamente ha atendido?La mayoría de las internas presentan enfermedades periodontales avanzadas, caries profundas y pérdida de piezas dentales. Esto se debe, en gran parte, a la falta de acceso a productos adecuados de higiene oral y a la ausencia de atención especializada. Muchas de ellas llevan años con problemas dentales sin tratar, lo que no solo afecta su salud física, sino también su autoestima y calidad de vida.¿Cree que las condiciones en las que están recluidas son aptas para una buena higiene bucal?Lamentablemente, no. Aunque hay acceso a elementos básicos, no siempre son suficientes para garantizar una buena higiene bucal. Además, la falta de atención odontológica periódica hace que los problemas se agraven con el tiempo. La salud oral sigue siendo un aspecto secundario dentro del sistema carcelario, y esto tiene un impacto directo en la calidad de vida de las internas.Camila Novoa, odontóloga en jornada en El Buen Pastor. Foto:Fundación Acción Interna¿Qué reflexión le han dejado estas brigadas en la cárcel?Esta experiencia ha sido profundamente transformadora. Cuando llegamos a la cárcel y comenzamos a trabajar con las internas, nos damos cuenta de que lo que para nosotros puede ser un procedimiento rutinario, para ellas representa una oportunidad invaluable. Ver a una persona recuperar su sonrisa después de años de dolor e inseguridad es algo que no tiene precio. Más allá del aspecto clínico, estas jornadas han reafirmado mi convicción de que la salud oral es un derecho, y que una sonrisa puede ser el primer paso para reconstruir una vida. Me siento muy agradecida por la oportunidad de aportar y por el aprendizaje que me deja cada jornada.Carlos López – Justicia – @CarlosL49 – carben@eltiempo.com

Las historias de tres doctoras que atienden sin cobrar a las reclusas de la cárcel El Buen Pastor
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