
Ni Paulo Medina ni Hugo Rodrigues se hicieron bomberos para esto. Lo que desean hacer bomberos como Medina y Rodrigues es apagar fuegos. Lo que también hacen cada vez con más frecuencia es gestionar partos en ambulancias. “La vida no espera”, repite a modo de mantra Pedro Ferreira, el comandante de bomberos de Moita, a unos 40 kilómetros de Lisboa. Los alumbramientos ocurridos en camillas de las ambulancias de la localidad de 70.000 habitantes, en la margen sur del estuario del Tajo, han acabado en fotos luminosas en Facebook, pero el comandante Ferreira se pregunta qué pasará el día que un parto se tuerza y no haya nada que celebrar. En su despacho del cuartel donde organiza el trabajo de los 61 bomberos voluntarios de Moita, él mismo da la respuesta:—El día que ocurra algo malo y muera un bebé, se nos echarán encima. Ese día no quiero que mis hombres estén en las televisiones, ese día estaré yo para dar la cara. Nunca un cuerpo de bomberos ha atendido tantos partos en la historia de Portugal. Este año llevamos 15, pero es un récord que no quiero. El sitio para nacer es una maternidad.Pedro Ferreira, comandante de los bomberos voluntarios de Moita (Portugal), en el cuartel.João Henriques ((JOAO HENRIQUES / EL PAÍS ))Lo que está ocurriendo es insólito, pero lógico. Los bomberos, que se encargan del transporte sanitario, nunca cierran, mientras que las urgencias de Ginecología y Obstetricia de algunos hospitales portugueses lo hacen con frecuencia. Aunque las embarazadas de Moita tienen un hospital a 10 minutos en Barreiro, la maternidad se clausura cada dos por tres. “Cierra casi todos los fines de semana, a veces varios días”, explica el comandante. Tampoco otros hospitales cercanos garantizan asistencia y suspenden los ingresos de forma improvisada. “A las 3.05 de esta madrugada recibí un correo del hospital de Almada [a media hora] para informar de que cerraban el bloque de partos hasta las 8.30. Esto es arcaico”, lamenta. Así que los bomberos voluntarios, que son unidades dependientes de fundaciones locales y que trabajan en condiciones precarias, se convierten contra su deseo en comadrones. El último bebé que se asomó al mundo nació el pasado 6 de octubre en un área de servicio de la autovía A33, mientras la ambulancia trataba de llegar al hospital de Setúbal sin éxito. Los bomberos reciben mejor formación que salario: carecen de complemento de peligrosidad por jugarse el tipo en incendios, pero están entrenados para emergencias médicas. Entre el material de las ambulancias figura lo indispensable para recibir un bebé. En los vehículos de Moita se reemplazan estos kits pediátricos a más velocidad que en ningún otro del país.El aumento de los partos en ambulancias (35 este año, alrededor del 22% de los registrados fuera de un hospital) simbolizan la degradación de la sanidad pública. Cuando el país pidió el rescate financiero a organismos internacionales, los recortes mermaron un sistema que había sido uno de los orgullos patrióticos. Aunque se revirtieron en parte a partir de 2015, nada volvió a ser igual. Y la sobrecarga de la pandemia apuntilló el Servicio Nacional de Salud. La falta de profesionales sanitarios, que reciben mejor vida y mejor nómina en la privada, es un problema que se arrastra desde los Gobiernos socialistas de António Costa y que ha continuado con el equipo de Luís Montenegro. Día sí, día también, alguien pide la cabeza de la ministra de Sanidad, Ana Paula Martins, que se enfrenta estos días a las críticas por la muerte de una mujer embarazada de 36 años con problemas cardíacos y su bebé nacido por cesárea.Paula Dias con su bebé y los bomberos de Moita que la asistieron en el parto el pasado 1 de junio.Bombeiros Voluntários do Concelho da MoitaLos 15 partos atendidos por los bomberos de Moita han tenido finales felices. A Hugo Rodrigues le genera siempre cierta sensación de júbilo. “Tienes una mezcla de emociones, es un acontecimiento muy especial y marcante el ayudar a venir al mundo a alguien”, describe. Todos han ido bien, aunque uno de ellos lo tuvo todo para salir mal. “Llegamos y encontramos a la mujer de parto en el suelo, con el marido desmayado a su lado. Estaban a la puerta de la casa y llovía. Salió un bebé y de repente vemos que hay un segundo del que nadie sabía. Venía en parada cardiorrespiratoria y felizmente logramos revertirla. Ha sido el más complicado de los siete u ocho partos que he atendido en estos años”, relata. El gabinete de la ministra llamó un día para preguntar por qué nacían tantos bebés en las ambulancias de los bomberos de Moita. Para el comandante Ferreira, la primera razón es que las parturientas son forzadas a desplazarse a hospitales lejanos, lo que eleva las probabilidades de no llegar a tiempo. La segunda es el perfil demográfico de la población, donde residen numerosas inmigrantes que a veces no reciben seguimiento durante el embarazo y aguardan hasta el final para pedir asistencia. O incluso que no han detectado su gestación. “Uno de los casos de este año fue el de una guineana que llamó por un dolor abdominal y cuando llegamos descubrimos que era un embarazo que ella ignoraba. No había ni una ecografía que nos permitiese ver la posición que traía el bebé”, recuerda el jefe de los bomberos. Paulo Medina, que ha pasado por la experiencia en tres ocasiones, acaba de llegar de un servicio de transporte médico cuando resume la contradicción con la que él y sus compañeros afrontan los alumbramientos: “Me hace feliz saber que traje tres bebés al mundo, pero es de esas cosas que prefiero que pasen de largo. En ese momento tenemos dos vidas en nuestras manos. Si en los hospitales las cosas se dan mal, dentro de una ambulancia se da todo para que vaya peor”.
Los bomberos de la ciudad portuguesa de Moita se convierten en matrones: 15 partos en un año | Internacional
Shares:
