“Fue un Papa en medio a la gente”, ha dicho este sábado el decano de los cardenales, Giovanni Battista Re, que ha oficiado la ceremonia durante el funeral del papa Francisco, fallecido el lunes a los 88 años tras 12 de un pontificado intenso y que ha agitado la Iglesia. Gente ha habido muchísima: 400.000 personas, según las autoridades, sumando las que acudieron a la plaza de San Pedro (250.000) y al cortejo fúnebre por la ciudad (150.000). Una abrumadora respuesta de afecto popular para un Papa a veces más comprendido y querido en la calle y en las parroquias de barrio que en sus propios despachos y en los de los gobiernos. En la explanada exterior de la basílica vaticana había delegaciones de 146 países, con 10 monarcas, 50 jefes de Estado y de Gobierno. Muchos de ellos le han criticado, incluso insultado, como el que estaba en primera fila más cerca del féretro, Javier Milei, presidente de Argentina. Las palabras de Francisco fueron contra las políticas de muchos de los presentes: el estadounidense Donald Trump, la italiana Giorgia Meloni, el húngaro Viktor Orbán, la alemana Ursula von der Leyen y toda una clase política mundial que hace la guerra, descuida el planeta, rechaza inmigrantes y olvida la pobreza. Un mundo en crisis, con miedo y en tensión, en el que ahora se hace este vacío que deja Jorge Mario Bergoglio y que crea en la Iglesia el vértigo de decidir quién podrá sustituirle, y para hacer qué, cómo hablar tanto al mismo tiempo a la gente común y a los más poderosos que estaban ahí sentados. Porque al final han venido todos a despedir a Francisco.Imagen por satélite de la plaza de San Pedro del Vaticano, durante el funeral del papa Francisco MAXAR TECHNOLOGIES HANDOUT (EFE)El monumental ritual ha tenido casi 5.000 clérigos celebrantes, 220 cardenales que a la izquierda del altar componían un cuadrante rojo, frente al oscuro de los trajes de luto de las personalidades que estaban a la izquierda. Luego, una gran muchedumbre que se alargaba por toda la Via della Conciliazione, con varias pantallas gigantes para seguir el ritual. Un cielo romano bonito, azul y con nubes, y una ligera brisa que pasaba las páginas del Evangelio dejado sobre el féretro de madera. El paisaje humano que refleja la variedad de la Iglesia y las otras religiones presentes en túnicas, hábitos e indumentarias exóticas.El expresidente de Estados Unidos Joe Biden fue uno de los primeros en llegar, antes de las nueve de la mañana. A Trump le costó un poco bajar las escaleras, de la mano de su esposa, y le colocaron casi al lado de los Reyes de España (solo estaba en medio el presidente estonio, Alar Karis). Melania se acercó a saludar a la reina Letizia. Hubo cierto lío, porque se suponía que tanto Trump como el presidente francés, Emmanuel Macron, y otros estarían en filas traseras, pero al final aparecieron en la primera. La figura enorme y rubia de Trump emergía a lo lejos entre los presentes, fácil de distinguir. Por parte de Rusia acudió la ministra de Cultura, Olga Borisovna Lyubimova.Pronto se desplegó con discreción toda una diplomacia paralela de apretones de manos, el primero de Trump con Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Y enseguida se filtró que el mandatario estadounidense se acababa de reunir con el ucranio Volodímir Zelenski. Al final de la misa ya salieron las fotos, uno frente al otro, en dos sillas, en un solitario rincón de mármol de la basílica. Una de las imágenes de la jornada, que no tenía nada que ver con el funeral. Es de suponer que este gesto puede no haber sentado muy bien en el Vaticano, aunque si sirve para obtener la paz es de suponer que a Francisco le habría parecido estupendo que se forjara allí mismo. Entre los cardenales destacaba la presencia de Joseph Zen Ze-Kiun, arzobispo emérito de Hong Kong, arrestado en 2022 y puesto en libertad con fianza, que al final ha podido viajar a Roma.La plaza de San Pedro, durante el funeral del papa Francisco. Massimiliano MinocriAntes de que el ataúd fuera transportado a hombros al exterior de la basílica, su pequeña familia vaticana se despidió de él. Sus secretarios y asistentes Juan Cruz Villalon, Manuel Pellizzon y Fabio Salerno. También su enfermero Massimiliano Strappetti, y los ayudantes de cámara Piergiorgio Zanetti y Daniele Cherubini. Besaron el féretro antes de salir. Entre los familiares de Bergoglio, la monja Ana Rosa Sivori, salesiana, 82 años, prima lejana que vive en Tailandia.La homilía en italiano del cardenal Re, cuyo fuerte acento de Brescia retumbaba por los altavoces, hizo oír una vez más a los jefes de Estado y de Gobierno las palabras de Francisco: “Construir puentes y no muros es un ruego que ha repetido muchas veces”. Aplauso de la multitud, caras impertérritas entre los políticos. Recordó su defensa de los migrantes, cuando viajó a la isla de Lampedusa, a la de Lesbos, o celebró una misa en la frontera entre México y Estados Unidos. Más aplausos de la gente. La mayor ovación llegó cuando Re mencionó la encíclica de Francisco sobre medio ambiente y el cuidado del planeta, “la atención a los deberes y la corresponsabilidad hacia la casa común: nadie se salva solo”. Levantando la vista hacia la muchedumbre, dijo que la gran manifestación de afecto de estos días muestra “cuánto ha tocado las mentes y los corazones el intenso pontificado de papa Francisco”. La ceremonia, que incluyó plegarias en árabe y mandarín, terminó a las doce del mediodía, dos horas justas que se hicieron difíciles de seguir bajo el sol de Roma. Fue el último gran aplauso de la gente. El arzobispo Diego Giovanni Ravelli, de espaldas, se postra de rodillas delante del féretro del papa Francisco mientras abre los Evangelios. Gregorio Borgia (AP)Cuando el féretro entró a la basílica, a las 12.15, comenzaron a sonar campanas de difunto en toda Roma, y con esa lenta cadencia se fue vaciando la plaza. Por seguridad, salieron primero las delegaciones de Estados Unidos, Ucrania y Palestina, también las de Francia, España y el príncipe Guillermo de Inglaterra, Brasil y el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella. Los demás tuvieron que esperar a que el coche fúnebre saliera del Vaticano.El último viaje en papamóvil de Francisco, rumbo a la basílica de Santa María la Mayor, donde fue enterrado, comenzó a las 12.26. Se colocó el ataúd en un vehículo blanco con matrícula SCV1, escoltado por cuatro motos de Carabinieri y Policía. Seguido de una hilera de vehículos. En dos minutos salió del territorio del Vaticano y ahí, fuera de los muros, ya estaba esperando la gente. Recibió los primeros aplausos que no se apagaron durante la media hora de trayecto. Se escucharon gritos parecidos a lo largo del camino: “¡Bravo!”; “Viva el Papa”; y sobre todo uno “¡Grazie!”. No se escuchó, como con Juan Pablo II, “Santo súbito”, pero quizá no era el mismo público de entonces, en 2005.El rey Felipe y el presidente Trump se dan la paz durante el funeral del papa Francisco. Massimiliano MinocriLas imágenes aéreas reflejaban la belleza de Roma en primavera, las cúpulas, los palacios, los pinos, el río. Las campanas tocaban al paso del cortejo fúnebre en los cientos de iglesias de Roma. Gente asomada a la ventana. Algunos agentes se ponían firmes y le hacían un último saludo llevándose la mano a la frente. En su despedida de la ciudad, el cortejo pasó por Largo Argentina, las ruinas del lugar donde asesinaron a Julio César. Por la iglesia madre de los jesuitas, la del Gesú. Por plaza Venecia, donde Mussolini reunía a las multitudes, ahora destripada por las eternas obras del metro. Después giró hacia los Foros Imperiales, al fondo el Coliseo, la escena más sugestiva, atravesando más de dos milenios de historia, el corazón del imperio donde germinó y creció la Iglesia, al principio una pequeña secta, hasta hacerse dueña de la propia ciudad. Italia luego se hizo contra el Vaticano. Y tras la ocupación de Roma, Pío IX se declaró prisionero dentro de los muros de la Santa Sede. Empezó un lentísimo entendimiento con la modernidad y su nuevo lugar en el mundo que llega hasta hoy, en el que Francisco ha dado un paso más. El siguiente, lleno de dudas, se conocerá en unos días.Los aplausos cesaron al llegar a Santa María la Mayor, a las 12.55, donde dominaba el silencio y de nuevo el tañido fúnebre de las campanas. Esperaban cuatro guardias suizos, algo raro de ver fuera del Vaticano. También medio centenar de personas a las que Francisco ha ayudado estos años, inmigrantes, refugiados, sin techo, prostitutas trans, los últimos a los que dedicó sus fuerzas. Cada uno con una rosa blanca. El cortejo fúnebre, en la basílica de Santa María la Mayor. VATICAN MEDIA HANDOUT (EFE)Dentro del ataúd se introdujo el viernes el rogito, un escrito que resume la vida del difunto. Dice en uno de sus párrafos: “Fue un pastor simple y muy amado en su archidiócesis, que se movía de aquí para allá, también en metro y en autobús. Vivía en un apartamento y se preparaba solo la cena, porque se sentía uno entre la gente”. Añade que siempre estaba atento “a los últimos y a los descartados por la sociedad” y que recomendaba a los sacerdotes “tener la valentía de salir de la sacristía”. Y terminaba: “Ha vivido 88 años, cuatro meses y cuatro días. Ha sido jefe de la Iglesia universal 12 años, un mes y ocho días”.A las 13.30 se colocó sobre su tumba una lápida de mármol de Liguria, la región de Génova de la que emigraron sus abuelos hacia Argentina a principios del siglo XX. Bergoglio siempre contaba cuánto le marcó saber que el primer barco que iban a coger, el Princesa Mafalda, naufragó en 1927. Se salvaron porque a última hora cambiaron el billete. Siempre le sobrecogió pensar que podía no haber estado aquí. Pero al final ha estado, y los poderosos del mundo y la gente corriente fueron a despedirle.

Los mandatarios del mundo y la gente corriente despiden al papa Francisco en pleno vértigo de la Iglesia por elegir sucesor | Internacional
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