
La estatura de Lenny Wilkens en el baloncesto estadounidense y la NBA fue tal que figura hasta tres veces en el Salón de la Fama Naismith, el olimpo de la disciplina. El histórico jugador y entrenador falleció este domingo a los 88 años en Medina (Washington), justo a las afueras de la ciudad de Seattle que aupó hasta su primer y único anillo de la NBA en 1979 con los queridos y añorados SuperSonics.“Lenny Wilkens representaba lo mejor de lo mejor en la NBA, como jugador, entrenador y uno de los embajadores más respetados del juego. Tanto que hace cuatro años, recibió la distinción única de ser nombrado uno de los mejores 75 jugadores y 15 mejores entrenadores de la historia de la competición”, comentó el comisionado Adam Silver en su recuerdo al icono. Como baloncestista, Wilkens fue distinguido nueve veces como All Star en 15 temporadas en la NBA, con promedios de 16,5 puntos y 6,7 asistencias a lo largo de su trayectoria. Posteriormente, como entrenador, dirigió más encuentros que nadie en la historia de la liga (2.487) y figura como el tercer técnico con más victorias acumuladas (1.332) por detrás de Don Nelson y Gregg Popovich.Su tercer entorchado en el Salón de la Fama llegó en 2019 con el reconocimiento a su papel como entrenador asistente del Dream Team en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, el ‘big bang’ del baloncesto global. Él mismo llevaría luego a la selección estadounidense hasta el oro olímpico como técnico principal en Atlanta 96. “Nunca hizo nada para llamar la atención, solo anotaba o le daba el balón a alguien para que anotara. Fue como luego entrenó. Sin florituras”, escribía el reputado Sam Smith, autor de ‘The Jordan Rules’, al recordar a Wilkens.El exjugador fue el penúltimo ejemplar de una estirpe ya extinta en la NBA, la del jugador-entrenador. Y tan solo el segundo técnico afroamericano de la liga tras de Bill Russell. Lo fue primero con sus queridos SuperSonics entre 1969 y 1972 y luego con los Trail Blazers en el ocaso de su trayectoria, antes de pasarse a los banquillos a tiempo completo. “Primero dije que no, pero tras varias discusiones pensé, ¡qué demonios! No tenía nada que perder y, de todos modos, siempre me decían que era como un entrenador sobre la pista”, recordaba sobre aquella oportunidad.Wilkens, desde bien pequeño, destacó por su capacidad para asistir a los demás. Nacido en Brooklyn en 1937, perdió a su padre con cinco años y bien pronto se arremangó para ayudar a su madre, trabajadora de una fábrica de golosinas, en las tareas domésticas. En el instituto, el baloncesto fue su última prioridad, tanto que llegó a dejar el deporte para empezar a trabajar en un colmado y aportar dinero a casa. Allí, recordaba ilusionado, le entregó un día la compra a Jackie Robinson, uno de los mejores jugadores de béisbol de la historia e icono de la lucha racial en Estados Unidos.Aunque se saltó varias etapas como jugador, la voluntariedad y calidad de Wilkens bastaron para auparle hasta la élite, destacando en su etapa universitaria en Providence a pesar de haber completado tan solo un año de instituto. Los St. Louis Hawks le eligieron con el número seis del Draft de 1960, y en su temporada de novato, cobrando 8.000 dólares, alcanzaron las Finales de la NBA. Perdieron contra los Boston Celtics y terminaron por ser las únicas para Wilkens en su trayectoria.“Lo que más recuerdo de él es su dignidad. Era un gran líder con una confianza muy discreta. Había pasado por todo en su vida, en su infancia, en una America donde lidió con el hecho de ser negro, y compartió todo eso con nosotros”, rememoraba Steve Kerr, pupilo suyo en los Cleveland Cavaliers de los noventa. Preguntado por su exitoso estilo al frente de grupos humanos, Wilkens tenía una visión muy clara. “Los líderes no gritan”, respondía. Su secreto para conectar tan bien con los jugadores fue, en sus propias palabras, entender por lo que estaban pasando y de dónde venían: “Yo tampoco tuve nada, así que estaba donde ahora están ellos”.Además de entrenar a sus jugadores en las seis franquicias, Wilkens hizo de mentor a muchos técnicos de la competición, donde ocupó el cargo de presidente de la asociación de entrenadores durante 17 años. “Lenny hizo muchas cosas buenas para todos nosotros, y cuando yo llegué a la liga en 2001, él no podría haber sido más amable y atento con los jóvenes entrenadores”, resumía Rick Carlisle, actual máximo responsable de los preparadores en la NBA.“Siempre quise dejar los sitios mejor de lo que los había encontrado”, aseguraba Wilkens sobre su filosofía de vida. Los tributos de las últimas horas demuestran que su impacto se notó a lo largo y ancho del baloncesto estadounidense.
Muere a los 88 años Lenny Wilkens, el jugador-entrenador que asistió a todos en la NBA | Baloncesto | Deportes
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