El viernes pasado a la hora nona se escuchó un sangrante grito en arameo que preguntaba a los cielos: “¿Eli.. Eli… Lama sabachtani?”, traducido en español como “¿Dios… Dios… Por qué me has abandonado?”. El hijo de un carpintero de Nazareth grita su desesperada pregunta como hombre, el mismo que la noche anterior como Dios (o Hijo de Dios) se dirigía a los mismos cielos de madrugada y a sí mismo como Dios Padre como Abba o simplemente papá para pedirse o pedirle alejar el cáliz o copa de tortura y pasión.Hace unas horas ha muerto papa Francisco, papá para muchos y en la remota etimología en griego que le quitó el acento para hacerlo sinónimo de padre como sacerdote y obispo. Al convertirse en Vicario de Cristo, representante de Jesús Cristo en la Tierra, el cardenal Jorge Mario Bergoglio parecía cumplir por partida doble la profecía de Malaquías al inaugurar su papado comentando desde el balcón de la Basílica de San Pedro que el Cónclave que lo eligió había nombrado a un pastor que venía “del Fin del Mundo” y además, con la sotana negra de la Compañía de Jesús. Llegaba desde la Argentina la rara figura de una esperanza vestida de sombra, cuya humilde confirmación ética se asentaba desde el milagro de haber elegido renombrarse como Francisco, el pobre de Asís. Creyentes e incrédulos, devotos y descarriados, fieles y renegados por igual inauguraron una generación humana en un planeta que ha de signar esta época que parece cerrarse como la de un mundo con dos Papas (y de paso, dos reyes de España y por lo menos, dos períodos presidenciales de Donald J. Trump en Washington).Poco a poco se dieron a conocer los pasos de un Papa que se negó a calzarse las zapatillas rojas, que decidió pernoctar en aposentos ajenos a las columnas enrevesadas del palacio opulento y que solía preferir vehículos miniatura a limusinas negras (resignado al llamado Papamóvil por razones prácticas) y ahora que se relean (o descubran) sus encíclicas y mensajes se podrá concluir que procuró ser papá para desposeídos, más cercano a los pobres que a las oligarquías de palio y candelabros (no en el sentido con el que lo celebró un populista efímero, sino en su convencida filiación a las verdades contra tantas mentiras). Queda para el azar la anécdota de que su última audiencia privada fueron los minutos que aprovechó para hablarle a un maquillado J. D. Vance sobre la defensa de los migrantes, la piedad y no el odio ante el desquiciado marasmo en que el propio Vance como sicofante de Trump justifica el regreso de los campos de concentración, la extradición y encarcelamiento en celdas insólitas sin el debido proceso en cárceles de un país que lleva el nombre de El Salvador. Queda también sobre las honras fúnebres su denuncia y oración ante los genocidios que parecen caducar y reinaugurarse semana a semana en por lo menos dos regiones del mundo, el Réquiem por lo menos murmurado donde todos los credos han de recapitular sus Escrituras Sagradas de alguna u otra manera mas no en el desarrollo turístico de los territorios devastados ni en la abierta negación de invasiones militares, sino en la vera etimología de palabras como Perdón y Piedad.Jorge Mario Bergoglio afeitó la barba de Jorge Luis Borges cuando el Poeta de mayúscula infinita aceptó ser jurado de un concurso de cuento en el instituto escolar donde Bergoglio no sólo fomentó lecturas liberales y voces o vidas disidentes en plena época de la desastrosa dictadura argentina, sino también desde donde eligió salvar vidas de la desaparición. Hay por lo menos una fotografía que debe ahora digitalizarse a granel donde un cura que no sabe si llegará a Roma como Papa sonríe al lado de una biblioteca encarnada que creía acariciar a los tigres en la forma de un gato doméstico. Allí están sin Inteligencia Artificial el laberinto de todas las letras posibles que forman el secreto nombre de Dios al lado de un ministro de Iglesia que deletrea en sus oraciones diarias una interminable fusión de sílabas donde la palabra en hebreo parece armonizar con el vocablo en árabe para entrelazarse en etimologías del griego que se latinizaron en cantos de música monumental y arquitectura grandiosa.Quizá por lo mismo, Bergoglio estudió arameo entre las materias de su formación espiritual y humana. Estuvo unido en aulas de saber con Pedro Félix Hernández Ornelas, hermano mayor de mi padre y también jesuita que optó por la fructífera diáspora de la década psicodélica para formar una hermosa familia con mi tía Margarita y mis primos como bendiciones extendidas en nietos que por estos meses esperan celebrar el centenario de vida de mi tío Pedro Félix como espejo y reflejo de los mejores méritos militantes o militares de esa Compañía de Jesús que fundara Iñaki de Loyola, soñada en una cueva de Manresa como algo más que un mero Ejercicio Espiritual. Son sotanas pensantes más que mendicantes, lectores incansables sin censuras o índices prohibitivos, liberales en un sentido que se le escapa a quienes profesan fanatismos de la llamada izquierda y absolutamente ajenos a la avaricia y engreimiento soberbio y falaz de la llamada derecha. Soldados sin fusil, más de pluma que de espada, dignos de coloquio cervantino en plena loca aventura del Caballero de la Triste Figura y sí, capaces de desenmarañar lo que tienen de gigantes los molinos ya en las favelas de la desigualdad insoportable y cíclica o en los pasillos y capillas del mismísimo Vaticano donde quizá no pocos esperaban que el primer Francisco primado convocase un Concilio para el Siglo XXI, una definición clara sobre los colores del arco iris o incluso, una puesta en realidad de un guion cinematográfico con todo y final inesperado.Quienes sumamos una vida en seis papados como poco más de seis décadas, percibimos hoy un lánguido silencio que signa el fin de algo hasta que vuelva a volar por encima de Roma una nube de humo blanco. Quienes fuimos monaguillos y luego incluso alejados de penitencias, dogmas inapelables y sacramentos incómodos (como el del secreto de Confesión) no necesariamente abjuramos del Propósito de Enmienda, la Caridad aunque sea en forma de Limosna simbólica o una callada Moral donde se procura abonar el Bien, fertilizar la Belleza en alguna de sus muchas formas y defender a capa y espada eso que llamamos Verdad. Quienes fuimos formados desde la cuna en una maravillosa historiografía que ahora pasa por el filtro de la Historia a secas y con mayúscula no imaginamos el mundo sin el techo infinito de la Capilla Sixtina o el milagroso manto de la Virgen de Guadalupe ya como ayate al óleo anónimo o fotosíntesis inexplicable para la NASA, tanto como quizá no necesitamos obnubilarnos con la confirmación molecular de un largo lino en Turín o la corona de espinas que se salvó del fuego en Notre Dame… quizá incluso quienes no cejamos en azoro continuo por la vida o vidas de quien se llamó Yeshua ben Joseph, hijo de Mariam, galileo, nazareno, ágrafo cuyo mensaje se resume en parábolas como poliedros, palabras simples que signan una voluntad muy íntima, como la de un santo del norte de la ahora Italia que hablaba con las aves y elogiaba cada pétalo de una flor, el mismo que quien diera nombre y causa a un hombre, hincha del Club Atlético San Lorenzo de Almagro que tituló su autobiografía Esperanza, publicada con unos versos de Rainer María Rilke (El futuro entra en nosotros/para transformarse dentro de nosotros/mucho antes de que ocurra…) como epígrafe y con un poema de Octavio Paz como relicario en el fondo de su prólogo, allí donde hace eco de que la memoria es un presente que no termina de pasar.Para el futuro que nace hoy mismo como todos los días por venir queda una inevitable conversación pendiente. Intenté una entrevista heterodoxa con Francisco en 2016 no con el lúcido afán que logró Javier Cercas en su reciente libro donde retrata El loco de Dios en el fin del mundo, sino como extenso capítulo para un libro que llevo siglos pergeñando sobre personas y personajes reales o imaginarios, de cine, novela o anécdota que se esfuman de pronto (por respeto a los desaparecidos de la Argentina que vivió Bergoglio y los miles de desaparecidos de México, el título obvió ésa palabra y cambió a Sfumati como en la técnica pictórica). Mi afán llamó la atención de un jesuita colombiano (que no Camarlengo) por ser una rara petición de conversación en medio de una abultadísima agenda donde rebosaban las propuestas por hablar del horror de la pederastia desvelada, la pedofilia expansiva, las finanzas vaticanas o los ya mencionados colores pendientes del arco iris con Francisco (una vez acatada la sugerencia de que él no gustaba del título Su Santidad). La oportunidad que se vislumbraba en aquel entonces se tradujo o trastocó en beneficio de otra entrevista (más oportuna en enero del año 2017) donde este diario habló con él sobre la llegada de Donald J. Trump.Mi afán de hablar sobre José como Padre Putativo que se esfuma de las Escrituras para volverse Pepe y símbolo para el Día del Padre en España o de José de Arimatea y sus posibles negocios en las minas de estaño del sur de Inglaterra o bien los tantos evangelios gnósticos y apócrifos o las sondas documentales de National Geographic sobre las montañas de Cachemira y los años perdidos de Jesús de Nazareth en los cuatro evangelios canónicos se esfuman hoy mismo para quedar como párrafos que no pienso dejar inéditos aunque ya no cuenten con la bendición de Francisco, el Papa que se aleja hoy entre nubes de humo negro sobre el inmenso mausoleo de mármol blanco que se levanta sobre la humilde tumba de San Pedro.Que hable en silencio la piedra que reposa a muchos metros por debajo del imponente altar y el humo de incienso para que sintonice alguien, algunos y ojalá todos con el callado sostén con el que parece adentrarse el futuro en este mundo donde el insólito regreso de Trump a la Casa Blanca es no más que la vuelta de formas y fórmulas del fascismo, aquí donde el delirio soviético estaliniano parece salivar en la confusa cruzada mesiánica del calvo del Kremlin, aquí donde millones de almas se exponen hoy mismo a la cancelación de sus biografías, a la violencia o violación, a la muerte sea masacre masiva o minúscula sangrante… aquí donde parece que pasado el Domingo de Resurrección se vuelven a escuchar las palabras en arameo de un hijo de carpintero desde su cruz, aquí mismo donde quizá obtuvo como respuesta en sismo que hay quien procura a los pobres y aboga por desposeídos, hay quien piensa en lo que de veras merece la sonrisa de la infancia y los cansados párpados de la vejez, que hay quienes miran directamente a los ojos de quien labora sin aplausos y todas las vidas quienes no mancillan la palabra amorosa. Aquí donde parece que un hombre supo que cada ser humano es un milagro divino, aunque a la hora nona de cualquier dolor se grite la duda dolorosa de palpar un abandono.

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