Sobre la Compañía Nacional de Danza y el Ballet Nacional de España, que son las dos compañías públicas que tenemos alrededor del arte del movimiento, las lupas suelen posarse con más aumento. No dejan de ser públicas y representativas. Y para las preguntas de cómo debe ser una y otra, qué esperar de ellas y cómo deben funcionar, hay tantas respuestas como opiniones. Más informaciónAnoche, las expectativas sobrevolaban la Sala Roja de los Teatros del Canal y depositaban su gran carga en dos nombres: la Compañía Nacional de Danza (CND) y Muriel Romero, directora de esta agrupación desde el 1 de septiembre. Tenía lugar el primer gran estreno de la compañía estatal desde que Romero se puso al frente. Se esperaba el gran cambio de rumbo que la nueva responsable ha ido avanzando y que pasa por más apertura y vanguardia. Y en general, la noche estuvo servida tanto de una cosa como de la otra.#INCUBATIO Circumambulatio, la obra para 12 bailarines que se ha visto dentro del 40 Festival Internacional Madrid en Danza, descansa en un discurso tan sofisticado como su nombre. Se trata de una técnica, la del incubatio, que Parménides practicaba en la Grecia Clásica para alcanzar estados de consciencia y flujo inconsciente. Una especie de viaje hipnótico hacia la sanación y la creatividad involuntaria que Romero y el músico Pablo Palacio trasladan a la actualidad (con tintes futuristas muy cautivadores a lo Black Mirror) y con el que proponen una desconexión de esos estímulos infinitos que nos rodean. Un momento de ‘#INCUBATIO Circumambulatio’, representado en Madrid por la Compañía Nacional de Danza.Ximena y SergioEn este sentido, la intención de conducir a todo un teatro hacia la ensoñación conjunta y cierta hipnosis, a través de una obra de danza, es una idea muy poderosa desde el punto de vista escénico. Ese inconsciente colectivo del que hablaba Carl Jung, que también planea sobre el espectáculo, situado entre las paredes de un gran teatro, tiene mucho de poético e incluso anticapitalista. Para la hazaña, la propuesta se vale de una compleja tecnología que traduce la danza en sonido, luz e imágenes. Y aquí aparece otra idea interesante: la del cuerpo de los bailarines en primer lugar, como generador de todo lo demás; es decir, invirtiendo esa máxima del concepto más clásico de la creación en danza que dice que primero va la música y después el movimiento. La acción del incubatio se desarrolla en dos metros por dos en la parte central del escenario. En este espacio reducido, los dos protagonistas, los bailarines Gaizka Morales y Shlomi Shlomo Miara, en el papel de Iatromantis y Mista, respectivamente, contienen el peso narrativo de la obra de manera voluptuosa y precisa. En especial Miara desempeña una interpretación sobresaliente en el rol nada fácil de yaciente y despliega una fisicalidad muy lírica. Pero se da entonces, también, una de las fragilidades de la obra: la coreografía de los 10 intérpretes restantes, que forman una especie de coro griego del futuro, no termina de conjugar en ciertos momentos y la fuerza se diluye en lo coral. Transcurrida la primera media hora, cuando el coro se libera de las túnicas blancas y se queda en el rojo (junto con el negro son los tres colores sobre los que se articula el montaje, proporcionando una estética de mucha fuerza y elegancia) la danza de dúos y tríos queda desaprovechada para el lucimiento que la compañía podría haber desempeñado en esta parte. De hecho, en la primera versión de este espectáculo, estrenado en diciembre en el Museo Universidad de Navarra (MUN), los intérpretes eran solo dos. La suma hasta 12 en esta revisión que se ha hecho para la CND no siempre resulta pertinente. Las imágenes en 3D que recrean algunos de los arquetipos de Carl Jung y la sonificación interactiva, son asombrosas en varios momentos y consiguen la proeza escénica, nada fácil, de ensamblarse de manera sólida con luces (absolutamente fabulosas) e intérpretes. Y la falta de acción más ferviente en lo coreográfico (lo que no quiere decir que no haya danza), no impide el disfrute de este dispendio escénico global en el que el cuerpo (alejado de la exhibición) sigue siendo protagonista. Habrá quienes piensen que la CND no es el lugar para estrenar un montaje como éste, tan arriesgado en no pocos aspectos. Y habrá quienes sostengan que, precisamente por ello, es el sitio adecuado. En cualquier caso, la propuesta con formato de instalación dancística y estética del Young Pope de Paolo Sorrentino contiene más aciertos que debilidades y se presenta como toda una experiencia sensorial, alrededor de un espectáculo complejo y sólido.

Parménides, Carl Jung y realidad virtual: la Compañía Nacional de danza se estrena con Muriel Romero en un viaje hacia la ensoñación conjunta | Cultura
Shares: