El 28 de agosto de 2015, Yung Beef, Khaled, D. Gómez y Steve Lean se unieron bajo el pseudónimo artístico de Pxxr Gvng (léase Poor Gang) para publicar su primer (y último) álbum, Los Pobres, con la multinacional Sony Music. La banda y el disco se convirtieron en los representantes del trap en España, un género escindido del hip hop, con mucho más autotune y, si es posible, con letras mucho más crudas sobre las drogas y el sexo. En el recuerdo queda que toda la promoción de aquel proyecto vino marcada por la frase: Tu coño es mi droga, nombre del single más exitoso del disco.Más informaciónEl trap no ha desaparecido, pero aquella esencia se ha ido diluyendo y mezclando con otros sonidos. Albany (Gerona, 27 años), a menudo considerada parte de ese movimiento, analiza el fenómeno por videollamada: “Es verdad que el movimiento trap en España, en su momento, tuvo mucho auge. Los chavales estaban muy a tope con lo callejero. Eso sigue ahí, pero también se ha ampliado a otros géneros, como el reguetón, colaboraciones con gente de otros países… y se ha mezclado bastante con lo comercial. El cambio es un poco horrible”.Diego Rubio (Madrid, 31 años), jefe de redacción en la revista de música Nuebo y también periodista en Rockdelux, ha seguido este fenómeno desde el inicio: “El trap ha sufrido un desgaste mediático: los medios generalistas lo utilizaron demasiado. El trap, primero, ejerce una especie de fuerza centrípeta, tiende a absorberlo todo, y después provoca una reacción centrífuga, como un big bang: se dispersa en infinidad de esquirlas”. Según datos extraídos de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España, en 2015 hubo 36 textos publicados en la sección impresa de todos los diarios nacionales hablaban sobre la música trap. En 2019, las menciones aumentaron hasta 950, y siempre con alusiones al alto contenido sexual de las letras o lo que se interpretaba como incitación al consumo de drogas. Así, entre 2015 y 2019, el seguimiento mediático del fenómeno se basaba en si se alineaba o no con los códigos de conducta socialmente aceptados, convirtiéndose en un producto cultural estigmatizado para los no pertenecientes a dicha esfera cultural. En 2017, C. Tangana respondía a toda esta polémica con un comunicado a través de redes sociales: “España tiene que dejar de vernos como los ninis de YouTube (…) los medios usan tu imagen y tu actitud adolescente para generar contenido que al final es dinero”. Poco después, dijo que él, en realidad, no hacía trap. “Al ser analizada a través de patrones de comportamiento, nivel adquisitivo y determinados códigos sociales más que por una sonoridad concreta, muchos artistas dentro de la escena no simpatizaban con la etiqueta”, abunda Rubio. Gloosito en directo en el festival Grimey x Palestina, el 16 de mayo de 2025 en el Auditorio Miguel Ríos, Rivas-Vaciamadrid.Aldara Zarraoa (Redferns)Quique Ramos, cazatalentos de la discográfica Primavera Labels y que ha trabajado con La Zowi y Soto Asa, considera que el trap “fue más una escena que una etiqueta” porque, argumenta, “hubo una generación bebiendo de un hip hop menos tradicional”. A Ramos le atraparon en aquel momento estos creadores “por su espíritu salvaje y su forma de organizarse al margen de lo que había”. Esa actitud fuera de los márgenes a menudo era catalogada como “el nuevo punk” y, en otras ocasiones, como inmoral o apolítica. La Zowi en un concierto en la Sala La Riviera (Madrid), el 9 de abril de 2021. Aldara Zarraoa (Redferns)En el festival Mulafest de 2015, Pxxr Gvng gritaba consignas como “Fuck Sony” (que le jodan a Sony). Aseguraban que lo único que tenía la discográfica era una licencia de distribución del álbum, porque su filosofía era mantenerse en el underground.En 2019, bajo el eslogan The New Normal (la nueva normalidad), Primavera Sound permitió a Yung Beef comisariar el escenario El Punto, donde pudo programar a los artistas que quiso. El festival barcelonés abrazó así el cambio de paradigma en los códigos estéticos de la música popular, y su sello, Primavera Labels, colaboró con La Vendición (la discográfica creada por Yung Beef). “La Vendición nació con la voluntad de ser un sello independiente y autosuficiente, de crear una industria paralela y compartir aprendizajes al margen”, afirma Ramos.Es complicado definir ahora una escena post-trap por la manera en la que el género se ha ido difuminando. Algunas de sus figuras, como Dellafuente, asociado en sus orígenes a la etiqueta, llenan dos noches el Estadio Metropolitano de Madrid; Bad Gyal acaba de publicar su propia película; y el público confía en la vuelta a la música de C. Tangana. Hay también nombres nuevos como el de Gloosito (Collado Villalba, Madrid, 29 años) que, aunque no es mucho más joven que sus compañeros, afirma que esa primera fase de nacimiento la vivió desde fuera. El 1 de noviembre de este año dará un concierto en la sala de plaza de toros de Las Ventas (2.800 personas). “Aquel primer grupo estaba formado por peña con muy poca vergüenza, pero con mucho más respeto a la cultura del que hay ahora”, dice el artista.El cantante granadino Dellafuente durante su último concierto en el estadio Metropolitano, en Madrid.SERGIO PÉREZ (EFE)Albany comenta: “Yo no creo que mi música haya sido trap. La gente tampoco estudia las cosas en profundidad y al final lo abarca todo en el mismo saco”. Gloosito, por su parte, tampoco se siente cómodo: “Hay gente que quiere crear, no poner etiquetas a lo que hace. Yo por lo menos me siento así. Luego hay quien necesita esas nuevas etiquetas para encontrar su eslogan”.Si el género tuvo una primera explosión en 2015, 2019 fue el año en el que entró dentro del canon de la música popular hegemónica. Por un lado, algunos de sus códigos se suavizan; por otro, sus características comienzan a ser absorbidas por otros géneros musicales colindantes. En ese momento, y debido a los estigmas que llevaba consigo el propio término trap, el denominador empieza a desaparecer. Como dice Diego Rubio, “había un cajón de sastre, mejor, más ambiguo y más genérico, que tocaba menos sensibilidades: música urbana”. Así, el término música urbana no solo diluye las fronteras estilísticas, sino que también ofrece una salida estratégica a los artistas para sortear prejuicios y ampliar su alcance.

Qué fue del ‘trap’ español: la etiqueta desaparece, pero el género sobrevive | Cultura
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