Hay un puñado de fármacos que han revolucionado el abordaje de la obesidad: más conocidos por sus nombres comerciales —Ozempic, Wegovy, Monjuaro—, estos medicamentos imitan las hormonas que de forma natural generan la sensación de saciedad. En la práctica, esto se traduce en una bajada de peso corporal que puede alcanzar hasta el 15% o el 25%, según el tratamiento. Pero estos tratamientos no son inocuos y, ante el temor a un mal uso o abuso de estos fármacos, la comunidad científica está lanzando advertencias para que se consuman bajo prescripción médica y con un estricto control por parte de profesionales sanitarios. En el Congreso de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia celebrado hace un mes en Las Palmas de Gran Canaria, la organización científica alertaba de que el uso de estos medicamentos “se está popularizando y, en cierta medida, banalizando, lo que podría acarrear riesgos para la salud”. Y recordaba que su indicación debía acompañarse de “dieta y ejercicio” para que sus efectos beneficiosos fueran duraderos.Más informaciónEn la misma línea, un artículo reciente de investigadores de la Universidad de Harvard (EE UU) publicado en la revista Jama Internal Medicine, proponía a los pacientes un plan para “maximizar beneficios”, centrado, sobre todo, en estrategias para mantener la masa muscular, vigilar el balance energético, evitar los efectos secundarios de la medicación y cubrir las necesidades de hidratación.Según los expertos consultados, estas son las precauciones que debe tomar una persona que esté tomando los nuevos medicamentos contra la obesidad.La importancia de un buen control médicoCuenta Josep Vidal, director del Instituto de Enfermedades Digestivas y Metabólicas del Hospital Clínic de Barcelona, que el seguimiento del paciente es clave para el éxito del tratamiento: “Lo primero que hay que hacer es valorar a la persona en su globalidad, sus caracteres antropométricos y las potenciales enfermedades asociadas a su obesidad, y ver cuál es el mejor planteamiento terapéutico. Si vamos adelante con el fármaco, le explicamos los pros y contras y la necesidad de un escalado progresivo”, señala. Estos fármacos requieren un incremento paulatino de la dosis y una vigilancia a las cuatro, seis u ocho semanas, dice, para ver cómo van los efectos positivos —control del apetito y pérdida de peso—, pero también cómo evolucionan las enfermedades asociadas y si hay efectos adversos: “Se hace un escalado progresivo porque el cuerpo tiene que adaptarse. Pueden darse efectos gastrointestinales —diarrea, estreñimiento, náuseas, vómitos— porque se modifica el tránsito del intestino. Si la dosificación es más lenta, los efectos adversos se mitigan”, detalla Vidal. El peligro de perder masa muscularHay un riesgo en la pérdida de peso progresiva que provocan estos medicamentos y es que en ese camino de descenso de kilos en la báscula, aparte de grasa corporal, se pierda masa muscular. “El ejercicio de fuerza es lo que más se necesita para preservar la masa muscular, es más importante, incluso, que la alimentación para mantener el músculo”, conviene Violeta Moizé, nutricionista del Clínic de Barcelona. Para evitar esa pérdida de masa muscular, con todo, los científicos de Harvard recomiendan incorporar a cada comida de 20 a 30 gramos de proteína procedente de alimentos como el pescado, los garbanzos o el tofu. Y tomar todavía un poco más si hace actividad física moderada o, incluso, sumar batidos de proteínas si se tiene muy poco apetito. No descuidar la alimentaciónExplica Moizé que la alimentación saludable es necesaria siempre, pero más cuando se toman estos fármacos, que cortan el hambre: “Ya que cabe poquito, que sea de calidad”. Vidal concuerda y considera que la indicación de estos medicamentos puede ser un buen momento para empezar a educar en una alimentación saludable: “La obesidad no se va a curar con el fármaco: controlamos el apetito, pero no curamos la enfermedad. Así que esta es una oportunidad de ayudar al paciente a hacer elecciones mejores”.El estudio publicado por Jama Internal Medicine recuerda que, para mantener el balance energético y dado que estos fármacos reducen el apetito, hay que mantener la energía con comidas más pequeñas y refrigerios saludables, como fruta, frutos secos o yogur sin azúcar. Para sentirse saciado más tiempo, propone también tirar de grasas saludables, como el aguacate o el aceite de oliva en las comidas. Y recurrir a carbohidratos de digestión lenta, como el boniato, en lugar de bollería y bebidas azucaradas, “que pueden causar fluctuaciones de glucosa en sangre”.El riesgo de déficits nutricionalesHay que estar pendiente, también, de potenciales deficiencias nutricionales derivadas de la restricción calórica o la supresión del apetito que inducen estos medicamentos. “Es imperativo una observación por parte de los especialistas para prevenir carencias nutricionales; y, si las hay, suplementarlas”, advierte Moizé, quien señala que, cuando una dieta es restrictiva, se comprometen minerales como el calcio, el magnesio, el hierro o el zinc. “También se comprometen otros nutrientes, como proteínas, y eso, junto a la pérdida de peso, puede influir en la composición corporal. En concreto, en el músculo y esto tiene un efecto en la funcionalidad”, abunda esta nutricionista.En la misma línea, los investigadores de Harvard señalan en su reciente artículo que estos medicamentos, si bien “no bloquean la digestión de las grasas ni aumentan el riesgo de deficiencias de vitaminas liposolubles, sus efectos sobre el vaciamiento gástrico, la secreción de ácidos biliares y la absorción de grasas pueden afectar la absorción de micronutrientes”. Y la reducción del apetito puede “exacerbar” las deficiencias preexistentes de micronutrientes. Por lo que aconsejan vigilar estos potenciales déficits (de vitamina D A, B12 y de los minerales señalados también por Moizé). “Se puede considerar un multivitamínico para pacientes con una reducción sustancial del apetito, junto con una dieta equilibrada”, remachan.Los científicos lanzan un aviso del peligro de combinar dietas muy restrictivas con el consumo de estos fármacos porque pueden provocar una pérdida de peso excesiva y “empeoran la deshidratación, la fatiga y los problemas renales, además de limitar los nutrientes esenciales”. Ponen un ejemplo: las dietas veganas estrictas pueden carecer de vitamina B12, hierro y proteínas.Vigilar la hidrataciónLos expertos ponen el foco también en el riesgo de deshidratación. “Cuando uno come menos, como hay una gran proporción de agua en los alimentos, disminuyen las moléculas de agua que entran en el organismo”, señala Moizé.Los investigadores de Harvard recomiendan beber de dos a tres litros al día, principalmente agua. E incluir en la dieta sopas y verduras y frutas ricas en agua, como pepinos y sandías. También conviene minimizar el consumo de alcohol, cafeína y bebidas azucaradas.Cómo sortear los efectos secundariosPara evitar los efectos adversos comunes que acompañan a estos fármacos, el artículo publicado en Jama Internal Medicine lanza algunos consejos. Por ejemplo, para sortear las náuseas, recomiendan tomar tostadas, cereales integrales, infusión de jengibre o fruta y evitar ultraprocesados y grasas saturadas. Para la acidez, proponen comer en porciones pequeñas y evitar acostarse antes de que hayan transcurrido de dos a tres horas después de comer. Para el estreñimiento, recuerdan, lo mejor es consumir alimentos altos en fibra. El ejercicio físico, esencialEl ejercicio físico es una pata fundamental del plan terapéutico. Por todos los beneficios que implica a corto, medio y largo plazo para la salud global, pero, particularmente, por ese riesgo de perder excesiva masa muscular. Los investigadores de Harvard señalan que todavía hay evidencia limitada sobre el impacto de determinados ejercicios de fuerza en las personas que toman los fármacos antiobesidad, pero agregan que “el entrenamiento combinado de resistencia y aeróbico mejoró la fuerza muscular en personas con obesidad tratadas con tirzepatida [Monjuaro]”. Los científicos recomiendan a los profesionales sanitarios que incorporen “evaluaciones de la fuerza muscular y la función manual, como la prueba de fuerza de prensión o la prueba de marcha de seis minutos”, en la monitorización de los pacientes. Y que les recomienden un enfoque de actividad física en varios pasos. Por ejemplo, primero, lo ideal es introducir gradualmente el movimiento regular hasta hacer dos horas y media a la semana de ejercicio de intensidad moderada; o una hora y cuarto semanal de actividad vigorosa. Luego, recomiendan incorporar hasta una hora y media de entrenamiento de resistencia a la semana y mantener de 30 a 60 minutos diarios de ejercicio aeróbico combinado con entrenamiento de resistencia dos o tres veces por semana “para obtener resultados óptimos a largo plazo en cuanto a peso y metabolismo”. “El entrenamiento de equilibrio y movilidad es especialmente útil para adultos mayores y personas con riesgo de pérdida de masa muscular”, advierten.El reto: no recuperar peso al pararCuando se deja el fármaco, explica Vidal, hay una tendencia a ganar parte del peso perdido, aunque no todo. En algunos estudios se observó una recuperación de peso del 7% al 12% al año de la interrupción del tratamiento. “Lo que vemos en la práctica es que, después de un año o año y medio con el fármaco, se llega a una especie de meseta. ¿Se puede mantener la pérdida de peso sin el fármaco? No hay recetas mágicas. Hay que mantener la restricción calórica y el ejercicio físico para que el balance energético permita mantener el peso”, expone el médico del Clínic.No hay estudios que guíen sobre lo que hay que hacer, admite el endocrinólogo: se puede reducir gradualmente la dosis o la frecuencia de las inyecciones, o disminuir el tratamiento por completo. Los expertos recuerdan que estos fármacos son un gran avance en el control de la obesidad, pero “el éxito duradero del tratamiento” requerirá integrar intervenciones individualizadas de dieta y actividad física.

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