El vacío emocional puede ser aún peor que el dolor o la crueldad. No expresar, no sentir, no sufrir, no gozar. La frialdad como contrapunto de cualquier tipo de aflicción. En el cine de Fernando Franco las criaturas pocas veces se muestran. Hacen las cosas porque sí; normalmente, las más terribles. Son películas rigurosas de gente que ahoga a los demás mientras se ahoga a sí misma. Y que pocas veces lo manifiesta. Tras La herida (2013), Morir (2017) y La consagración de la primavera (2022), aterradoras, sobrecogedoras y malsanas, aunque con matices de delicadeza, el director toca fondo en su expresión de la condición humana con Subsuelo. Otra película para cortarse las venas, otra película magnífica.Más informaciónDesde su formidable plano secuencia inicial, 12 minutos de inquietud, autodestrucción adolescente y lenguaje elíptico, Subsuelo se despliega como una pesadilla familiar que esconde un thriller psicológico. Un drama sobre las consecuencias de un descuido que, en realidad, abarca el pasado de los personajes tanto o más que el futuro. Una historia de repulsión y celos, de psicopatía y pérdida, que producirá mayor escozor (de los buenos) cuanto menos se sepa acerca de su relato. Sobre todo, porque sus singulares modos de narración, obra del propio Franco y de Begoña Arostegui, que adaptan una novela del argentino Marcelo Luján, convierten en estimulantes formas de suspense asuntos que los guionistas convencionales despacharían en los minutos iniciales: quiénes son los personajes principales; cómo se conectan unos con otros; y qué ocurrió tras el instante fatídico. Un estilo entre lo elíptico, lo crudo, lo natural y lo esquivo, al que quizá solo le falte un desenlace más redondo. Un final cerrado que, de todos modos, da la impresión de no ser el objetivo principal de sus artífices.Diego Garisa y Julia Martínez, en ‘Subsuelo’.La finca familiar donde se desarrolla buena parte de la película (“La parcela”, la llaman ellos; una hermosa casa con piscina en medio del campo), las idas y venidas de los personajes por habitaciones y jardines y, aún más, el carácter espantosamente manipulador de uno de los personajes, devuelven la mirada hacia Teorema, de Pier Paolo Pasolini, con su laconismo, su degradación y su ambigüedad. Sin embargo, aun siendo profundamente auténtico, el trío de nombres con los que acaba conectando Franco en distintas estancias tonales y narrativas de Subsuelo está formado por el siguiente grupo: la sequedad de Michael Haneke; el talento del Atom Egoyan de los noventa para estirar la ausencia de información, creando así desasosiego en el espectador con su particular fórmula; y la malévola capacidad de Carlos Vermut para introducirse en la ruindad del deseo más gélido. Más informaciónSantiago Racaj, fotógrafo habitual de Franco, sustituye esta vez los tonos grisáceos y beis, y la corta profundidad de campo de sus trabajos anteriores, por una imagen luminosa y brillante, de una perturbadora elegancia veraniega que contrasta con el alma ennegrecida de los protagonistas. Mientras, el angustioso uso en dos momentos espeluznantes de la música diegética (la que suena desde dentro), los rigurosos planos alargados en el tiempo, y las perfectas interpretaciones (de los debutantes y de los consagrados) completan una película fascinante. Una obra que, paradójicamente, y pese a sus volcánicas temáticas, está mucho más susurrada que gritada. El susurro del vacío emocional que degenera en lo siniestro. Y sin explicación alguna.SubsueloDirección: Fernando Franco.Intérpretes: Julia Martínez, Diego Garisa, Nacho Sánchez, Sonia Almarcha.Género: drama. España, 2025.Duración: 115 minutos.Estreno: 7 de noviembre.
‘Subsuelo’, otra magnífica película de Fernando Franco sobre la desolación humana | Cine: estrenos y críticas
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