Si cada pieza arqueológica que fue robada de México pudiera hablar, ¿qué historia contaría? Quizá un cuadro de San Agustín de Hipona, de 1564, relataría cómo fue saqueado de una iglesia durante la invasión estadounidense en 1848 y permaneción cientos de años en Tennessee. O una punta de proyectil de flecha para cazar pájaros, perfectamente conservada en un cuadro junto a otras cientas de su tipo, testificaría cómo llegaron a la casa de una persona en Texas como parte de su colección personal. La historia de cada pieza podría conformar una serie de episodios en la que investigadores arqueológicos, al estilo de los forenses de la popular serie CSI, resuelven el caso. O al menos así se lo imaginan Alejandro Bautista y Elizabeth Andion, cuyos esfuerzos, a través de las unidades que representan en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Embajada de Estados Unidos en México, respectivamente, se han dado a la tarea de repatriar y recuperar el patrimonio arqueológico del país.Aunque sin la parafernalia de un látigo, su revolver o nazis a quien enfrentar, al estilo del fámoso arqueólogo y aventurero de ficción Indiana Jones, los esfuerzos y la labor de estas instituciones que representa este tándem, en casi nueve años, han conseguido que más de 11.000 bienes culturales, pieza a pieza, sean devueltos a México.Estados Unidos, a través de su Embajada en México, se ha consolidado como el principal socio del país en estos esfuerzos para frenar el expolio. Fruto de esta colaboración en casi una década, se ha logrado la repatriación de la estatua de Santa Rosa de Lima el pasado año, robada de la capilla de Santa Mónica, en Epazoyucan, Hidalgo, en 2007; o un manuscrito histórico firmado por Hernán Cortés en 1527, sustraído ilegalmente del Archivo General de la Nación en 2021 y repatriado en 2023; o la devolución a la zona arqueológica de Chalcatzingo (Morelos), hace dos años, después de pasar al menos 50 años en la frontera estadounidense del Monstruo de la Tierra, una pieza Olmeca de más de 2.500 años de antigüedad.Jaime Alejandro Bautista Valdespino, subdirector de Registro de Monumentos Arqueológicos Muebles del INAH.mónica gonzález islasPara Alejandro Bautista, subdirector de Registro de Monumentos Arqueológicos Muebles del INAH, representa mucho: así sea una pieza monumental —de más de una tonelada y alrededor de 1,80 metros de altura—, como el Monstruo de la Tierra; o un fragmento de 20 centímetros de una representación en barro de Mictlantecuhtli, el dios azteca de la muerte y el inframundo. “Cada pieza que regresa es un fragmento como de un rompecabezas. Un fragmento de nuestra historia. Cada recuperación nos emociona mucho”, afirma desde su oficina y repositorio en la delegación de Coyoacán.Bautista explica que la mayoría de las entregas son voluntarias. Estas provienen de personas físicas, museos, galerías y universidades. Aunque también algunas, complementa Elizabeth Andion, especialista en asuntos culturales de la embajada de EE UU, surgen de arrestos y monitoreo de subastas realizadas por el FBI (Buró Federal de Investigaciones, por sus siglas en inglés) y por el Departamento de Seguridad Nacional.La antropóloga Adriana Agüero, siempre con un guante de latex a mano —como todo el equipo de Bautista—, muestra una serie de figuras provenientes del centro de Veracruz que datan del periodo entre 200 y 400 años antes de Cristo, provenientes de lotes recuperados en Texas, Memphis, Tennessee y Dallas. Cada una de estas piezas decomisadas o que son devueltas voluntariamente, explica, llegan a las oficinas consulares de México en los distintos Estados del país vecino. A través de imágenes en alta definición, éstas les son facilitadas al INAH para su estudio y revisión a distancia o, incluso, en algunas ocasiones para hacer un dictamen en el mismo sitio.“En esta oficina realizamos un dictamen en materia de arqueología a través del material gráfico disponible. Así establecemos si se trata, efectivamente, de un bien cultural mexicano. Este juicio tiene que ser categórico, porque tenemos que señalar efectivamente por qué decimos que es mexicano, ya sea que por sus características correspondan al estilo teotihuacano, olmeca, zapoteca, etcétera, para que tenga una validez y se pueda proceder con su repatriación”, elabora Bautista.Parte frontal del manuscrito de Hernán Cortés que fue robado del Archivo General de la Nación.FBIAndion explica que también es un trabajo burocrático y de gestión cultural. Todas las embajadas de Estados Unidos compiten por presupuestos para la preservación y restauración en sus países donde se ubican. Son casi dos millones de dólares que EE UU ha destinado en México, desde 2002 —con fondos del programa de Embajadores para la Preservación Cultural y del Programa de Implementación del Acuerdo de Propiedad Cultural— para apoyar la capacidad de las comunidades locales de proteger, preservar y recuperar su patrimonio cultural.Algunos ejemplos de esta labor son la conservación del palacio y otros elementos del período clásico en el sitio maya de Palenque, en Chiapas, con una inversión de 500.000 dólares en 2017; o, más recientemente, en diciembre pasado, con la restauración del histórico Palacio de Escárzaga, en Durango, con una ayuda económica de 230.000 dólares. A través de estas ayudas económicas, otro factor que ha sido importante es el de la concientización y la educación, a través de manuales y campañas para promover la prevención de tráfico ilícito.Preservar la colaboración bilateral“No solo es preservar y conservar el patrimonio, sino también a través de esto se capacita y se involucra a la comunidad de todos estos sitios para que ellos también puedan cuidar su patrimonio y puedan sacar beneficio, en el buen sentido la palabra, de los mismos”, explica Andion.La colaboración bilateral, al menos en esta materia, continuará, según la especialista en asuntos culturales de la embajada, a pesar de algunos recortes que han sido anunciados desde la Administración Trump. “Todos mis colegas en la diplomacia pública, en la embajada, y yo creo que en todas las agencias, nos hemos tenido que ajustar a diferentes prioridades de las nuevas administraciones, igual que como pasa en México, pero sí seguimos adelante con los fondos del programa de Embajadores para la Preservación Cultural”, matiza la funcionaria diplomática.Mientras Bautista y Miguel Ángel García, otro arqueólogo de su equipo, revisan una valija diplomática con 523 puntas de flecha recuperadas en Texas, reflexionan sobre el avance que ha tenido la concientización de las personas respecto al cuidado y preservación de los bienes culturales en México. El subdirector de registro de monumentos arqueológicos del INAH ve en las nuevas generaciones avances positivos y sensibilización frente al tema, a diferencia de las personas de antaño que tenían una “visión de anticuario” a expensas de promover el saqueo. “Tenemos la certeza de que esa persona particular sabe qué puede y qué no debe de hacer con esas colecciones importantes para el país. Entonces, sí ha habido un efecto positivo”, afirma el experto.Puntas talladas que forma parte del programa activo de recuperación de piezas arqueológicas devueltas de El Paso, Texas.Mónica González IslasLa pasión por la tarea de recuperar y repatriar se respira en esa oficina del INAH. Aun cuando es un ajetreo constante por las tareas de registrar, estudiar y recibir cada bien que llega. Aunque a veces no les da el tiempo para hacerlo todo, admiten —sonrientes—, que les faltan más arqueólogos que lo puedan todo, ya sea un Alejandro Jones o Mike Jones, bromean Bautista y García, porque no hay un fragmento de cultura e historia de México que sea menos en su importancia: “Cada pieza que llega tiene una historia tremenda”.

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