Todas las imágenes del Sol que conocemos se han hecho desde un plano que discurre a lo largo de su ecuador. Los planetas orbitan en ese plano, y también la inmensa mayoría de satélites y sondas espaciales. Este miércoles se publican las primeras imágenes tomadas por la primera nave que se ha salido de esa trayectoria para observar los polos de la estrella con instrumentos ópticos. Es un territorio totalmente desconocido cuya exploración es esencial para comprender nuestra estrella y predecir sus tormentas, que pueden dejar a la Tierra sin comunicaciones ni electricidad.La sonda Solar Orbiter, liderada por la Agencia Espacial Europea (ES), despegó hace cinco años para inaugurar una nueva era en el conocimiento del astro. Entre sus 10 instrumentos científicos están las primeras cámaras capaces de mirar al Sol en diferentes longitudes de onda a apenas 42 millones de kilómetros, un acercamiento récord más allá de la órbita de Mercurio. Gracias a estos dispositivos la Solar Orbiter captó las imágenes más cercanas de nuestro astro, repleto de diminutas celdillas que en realidad son burbujas de hidrógeno, cada una miles de veces mayor que una gran ciudad. Las imágenes difundidas este miércoles se tomaron el 16 y 17 de marzo, cuando la nave orbitaba el Sol en un ángulo de casi 17 grados por debajo del ecuador. Las instantáneas muestran por primera vez el polo sur de la estrella visto por tres de sus instrumentos, capaces de ver luz visible y ultravioleta. Esta tecnología también permite observar la corona, la parte más externa la atmósfera solar, que está a un millón de grados, muchísimo más caliente que el núcleo.El polo sur alberga un gran caos de campos magnéticos de orientación sur y norte, algo inesperado. “La velocidad de rotación del Sol es mayor en los polos que en el ecuador”, explica David Orozco, coinvestigador principal de PHI, uno de los instrumentos de la nave. “Esta diferencia retuerce las líneas de los campos magnéticos y determina la duración de los ciclos solares, de unos 11 años, y la aparición de tormentas solares. Con este instrumento podemos ver también lo que sucede dentro de la estrella y lo que vemos condiciona todos los modelos actuales que tenemos sobre su comportamiento. En los polos deberíamos ver señales menos intensas, pero las que vemos son tan fuertes como las del ecuador. Además, deberían tener una orientación preferente, pero vemos las dos”, añade. El Sol acaba de pasar su máximo de actividad. Es posible que la actividad magnética en la estrella esté reordenándose lentamente hasta alcanzar un mínimo dentro de unos seis años, cuando la polaridad de sus campos magnéticos quedará ordenada. Pero lo cierto es que aún no se sabe, y no se sabrá probablemente hasta que la sonda envíe a la Tierra su primer paquete completo de datos al final del verano. Orozco explica que esos datos serán esenciales para mejorar los sistemas de alerta de tormentas y llamaradas solares, que hasta ahora solo habían funcionado con observaciones ecuatoriales. Esta misión “va a cambiar mucho lo que sabemos del Sol”, destaca.Otro de los instrumentos de la Solar Orbiter es el espectrógrafo Spice, que muestra el movimiento de los átomos de oxígeno, hidrógeno, carbono, neón y magnesio según atraviesan las diferentes capas de la estrella. Este dispositivo ha elaborado los primeros mapas del tránsito de estos elementos especialmente en las regiones de transición donde la temperatura sube de forma exponencial a medida que se acercan a la tórrida atmósfera.“Aún nos hace falta mucho análisis”, reconoce el astrónomo Javier Rodríguez-Pacheco, líder de otro de los instrumentos de la misión, que capta las partículas de alta energía emitidas por la estrella. Estas primeras imágenes polares son solo el “aperitivo” del paquete completo de datos que llegarán a la Tierra a final del verano. Este lapso se debe en parte a que la sonda pasa de tener una comunicación envidiable con la Tierra equivalente a la mejor de las fibras ópticas terrestres, a un hilo comparable al peor de los routers del pasado cuando el artefacto está pasando por detrás del Sol, explica el astrónomo. Los últimos datos muestran un inusual momento de tranquilidad en las emanaciones de partículas. “Este sería el momento ideal para realizar misiones espaciales tripuladas la Luna”, explica el científico, pues el riesgo de radiación es mínimo. “En estos momentos acabamos de pasar el máximo de actividad solar dentro de este ciclo. Lo que esperamos es que la actividad vaya decayendo en los próximos años hasta alcanzar su mínimo en 2029, cuando veremos una estrella muy distinta a la actual. Justo ahora, cuando esperábamos más actividad, el Sol se ha tomado un respiro, y posiblemente este periodo no sucede a la vez en el polo norte y el sur”, detalla.Esta misión es un ejemplo de colaboración entre la ESA y la NASA. La agencia europea ha financiado la mayor parte de la misión, con un coste total de unos 1.300 millones de euros, mientras que la agencia estadounidense aportó el cohete de lanzamiento y uno de los 10 instrumentos científicos. No está claro cómo continuará esta colaboración debido a los recortes impuestos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aunque fuentes del lado europeo del proyecto creen que es difícil que se cancele, dado que es una misión que ya está en marcha.La única otra nave que había sobrevolado los polos solares era precisamente otra misión conjunta entre Europa y Estados Unidos, Ulises, entre 1990 y 2009. Pero en este caso no llevaba cámaras y además voló mucho más lejos del astro que su sucesora. La Solar Orbiter tiene previsto orbitar el Sol en su trayectoria actual hasta final del próximo año. Después usará la gravedad de Venus para inclinar su órbita aún más, hasta los 24 grados, y después, ya en verano de 2029, hasta los 33.

Una sonda europea capta las primeras imágenes del polo sur del Sol | Ciencia
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